cabra

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domingo, 7 de abril de 2019

#TODOSSOMOSASQUEROSOS

La narrativa de humor ha sido siempre uno de las hermanas pobres del género en lengua castellana. Algo curioso para los descendientes de Don Quijote, resucitado y puesto en los altares por sus muy ingleses admiradores. Blackie Books, siempre con la originalidad y la tapa dura por bandera, ha publicado uno de los éxitos editoriales del curso. Los asquerosos, es la cuarta novela del antaño cineasta Santiago Lorenzo (hay que ver Mamá es boba), y ya desde la sinopsis de la contracubierta tenemos claro el tono que contratamos como lectores. El propósito inicial y ambicioso de Cervantes fue dar la puntilla a la  ya en su época desgastadísima novela de caballerías. Una demolición sustentada en la parodia, porque de siempre ha sido que la crítica con humor entra mejor. Al menos, hasta ahora. Lo que hace Lorenzo es meter baza sin complejos y con mucha mala baba a uno de los asuntos que con más intensidad se han colado en los hilos de Twitter y las tertulias televisivas. La España vaciada,  en su origen La España vacía, título del premiado ensayo de Sergio del Molino, que parece claro punto de inicio de reivindicaciones, análisis, reproches y manifestaciones en la capital de lo que no osaremos llamar moda. La trayectoria  del protagonista Manuel es pródiga en desgracias e inoportunidades sin ser él merecedor de nada de eso. Su transición desde pánfilo nerd urbano a pícaro aúreo es impecable, y nos remite de inmediato a precedentes de mucho nivel. El recurso al narrador testigo pone la nota de contemporaneidad y sin duda funciona, porque la primera persona tradicional cada vez casa menos con las exigencias de una literatura de cierta ambición en el
siglo XXI, amén del uso y abuso que la autoficción y sucedáneos están haciendo de ella. La historia de Manuel no es la de su creador, por más que este se haya mudado a una aldea perdida. La constante pugna entre lo verosímil y lo enloquecido así lo atestigua. La sucesión in crescendo de imprevistos que quebrantan la armonía anhelada y conseguida trocito a trocito, o partido a partido, es paralela a la estructura lineal de planteamiento, nudo y desenlace. No encontraremos aquí virguerías vanguardistas. Lo esencial es contar una historia peculiar desde su origen, con sus ingredientes policíacos, costumbristas, sociológicos, a través de un registro de lenguaje que es el verdadero motor de la obra. La referencia ineludible en todo este entramado ha de ser Eduardo Mendoza. Un autor que ha sabido moverse con soltura entre los parabienes de la crítica y del público, y que se ha especializado con éxito en la revisitación de la picaresca, y del humor a base de situaciones y personajes delirantes narrados con lengua afilada y muy adiestrada en juegos de ingenio. Santiago Lorenzo nos obsequia con hallazgos lingüísticos de altura, neologismos incluidos, que no se limitan a salpimentar la narración sino que la vertebran y predisponen a una lectura sorprendente. "Identidad autótrofa", "calabazas alienadas", "lombriciento","mochufas", obligan a consultar de tanto en tanto el diccionario y consuelan del páramo formal en el que se ha convertido la últimísima novela.
Solo una pega debe incluirse a esta sana y disfrutable actualización de la alabanza de aldea, y más después de las escenas más descacharrantes e iracundas que se han escrito en tiempo. Es el tufillo a moraleja que va calando a medida que el desenlace se acerca. El lector urbano que se ha solazado con el esperpento dominguero que invade la paz de Manuel como una metástasis no puede ser como ellos. La convivencia ciertamente hiperbólica entre unos y otros contada desde un solo punto de vista es algo maniquea, sí, pero ahí está la gracia. En sentirnos superiores a los cuñados de alrededor. Ese es el pacto desde el inicio, y no renunciamos a él. Es la dialéctica de campaña electoral. Todos somos asquerosos, pero cada uno en lo suyo, unos más que otros, y vuelta a empezar. 

LOS ASQUEROSOS, De Santiago Lorenzo. Blackie Books. 2018. 221 páginas.