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domingo, 8 de marzo de 2020

DESIERTO SONORO, de Valeria Luiselli

La eterna disyuntiva entre arte y compromiso no mengua ya avanzado el siglo XXI. Conflictos locales con intereses globales y, sobre todo, las crisis migratorias que surgen y resurgen cuando a los medios interesa, vuelven a interpelar al escritor contemporáneo. El descrédito del periodismo no ayuda tampoco. En contextos vitales como el de Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983), se convierte casi en obligación. Escritora, periodista, ensayista en dos lenguas, cronista y narradora de manera indistinta, su labor artística se enlaza indisoluble con su labor de altavoz de migrantes , desde sus primeros trabajos como traductora en la Corte Suprema neoyorquina. 
Es esta una obra atípica y ambiciosa, impelida por la necesidad y la urgencia de contar. El título original inglés, The Lost Children Archive, es uno de los vasos comunicantes entre vida y obra. Por suerte, los parabienes críticos recibidos desde su publicación no son gratuitos. Desierto sonoro destaca por alejarse de la denuncia plana o hiperemotiva de otros relatos recientes sobre el tema, más dirigidos a lectores tipo Reader´s Digest y a espectadores de la televisión matinal. Con una voluntad estética muy clara, apuesta por una robusta estructura fragmentaria que se corresponde exactamente con los perfiles y los propósitos de los personajes al iniciar su viaje de investigación compartido y bifurcado al tiempo. 
La novela, sí, es una recreación fiel y curtida de los desmanes que sufre la inmigración centroamericana al paraíso estadounidense, pero sobre todo es la crónica de un viaje acerca de otro viaje acerca de otro viaje. Igual que uno de esos grandes mapas que no pueden ser replegados de idéntica manera anterior a su despliegue, la historia muestra rugosidades y dobleces dependiendo de los intereses del lector. 
El punto de partida es sumamente atractivo por original. Una pareja de documentalistas especializados en la investigación de sonidos emprende un largo viaje por carretera que intentara conjugar sus dos proyectos académicos y vitales, que suelen ser lo mismo. Les acompañan sus dos hijos de diez y seis años, a la vez testigos, escuchantes, depositarios de narrativas y tradiciones, y por último actores en la representación que funde los ecos del pasado perseguidos por el padre, y los alaridos de auxilio del presente, reconstruidos por la madre. La vos materna lleva las riendas en la primera parte, desgranando los contenidos de las cajas que, en el maletero del coche, transportan los materiales para el trabajo de campo, a la vez expectativas de futuro, a la vez piezas de una vida pasada a punto de caducar. Sus propios caracteres se enmarcan dentro de la disyuntiva anteriormente mencionada: origen latino, excelente preparación académica, perfecta inserción social dentro del entorno controlado que es Nueva York, se dan de bruces con la verdadera identidad americana en pueblos del Medio Oeste donde los paisanos les recuerdan con hechos y palabras que el linaje puede más que el curriculum. El momento terminal de la relación va pasando de latente a inevitable, al tiempo que los objetivos primarios del trayecto se van cumpliendo. Donde el padre ve política, la madre ve lógica natural. La crónica periodística, la ficción y la metanarración conviven en armónicas capas. La búsqueda de los dos niños perdidos se torna legendaria con la lectura de la elegía ficticia  Los niños perdidos, que, a la manera borgiana, la autora nos ofrece como auténtico testimonio de la travesía migrante por el desierto, que tiene mucho de odisea pero también de Pound y de Cavafis. 
Sin embargo, el cambio abrupto de narrador que trae la segunda parte desconcierta y baja la intensidad. El hijo mayor suple a la madre y durante las páginas en las que repite con sus palabras todo lo que ha pasado antes, la brillantez de las imágenes y la profundidad de pensamiento se desvanecen. No es una decisión errónea finalmente, por cuanto el cambio se desvela necesario para el giro final. 
La lectura de Luiselli en Europa, justamente en estas fechas, se enriquece de manera inesperada por la vuelta a los medios del infierno de los refugiados sirios, vilmente utilizados como moneda de cambio y presión por gobiernos que se denominan democráticos. En su relato falta La Bestia, ese terrorífico tren de mercancías tan sustancial en el tráfico de seres humanos protagonista además de uno de los documentales más estremecedores del periodista Jon Sistiaga. A cambio, está el invierno. 

DESIERTO SONORO, de Valeria Luiselli. Traducción de Daniel Saldaña París y Valeria Luiselli.
Sexto Piso. 2019
476 páginas.