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lunes, 18 de junio de 2018

CINE: LOS NOVENTA SON LOS NUEVOS SETENTA. DON QUIJOTE Y LUCKY

Coinciden, últimos días en la cartelera, dos maneras opuestas de afrontar la vejez, decrepitud, degeneración. Una tragedia existencial frente a una comedia existencialista. La idea del cine como pretexto, y del cine como fin. Un enloquecido auto homenaje por haber finalizado la película más tortuosa de la historia, frente a una autenticidad refulgente en envase pequeño. Son El hombre que mató a Don Quijote, y Lucky.
Lucky es un anciano veterano de la segunda guerra mundial que se ha hecho un hueco en su pequeñísimo ecosistema rural y en los afectos de sus habitantes. Sus rutinas diarias se ven quebradas una mañana cualquiera, con una anodina lipotimia después del yoga.  Sentado junto a su médico de cabecera, la certeza de la mortalidad cae en él como una losa. Frente a la búsqueda (fracasada) de la inmortalidad quijotesca, Lucky se ve obligado a convivir con los sinsabores de la condición humana. En su película autobiográfica, Terry Gilliam dibuja a un anónimo zapatero que se convierte en Don Quijote por exigencias del guion y que termina poseído por su personaje igual que Bela Lugosi. Explotado turísticamente durante diez años y confinado en una caravana, consigue a un renuente escudero en forma de director de cine muy snob. Este doble tirabuzón con mortal hacia atrás impone una excesiva distancia, no solo con el original literario, inalcanzable, sino con el mismo espectador, que no llega nunca a identificar a los dos como la gran pareja de hecho que fueron para las letras. La primera "Buddy movie" de la historia.  Cada vez que el vaquero enfurruñado de Harry Dean Stanton, en un testamento cinematográfico que querría cualquiera, entra en su bar, en su tienda, o recorre su calle, la cercanía es irremediable. Y es inevitable la conexión emocional, eso tan importante para atar a un espectador a la butaca. Acostumbrados como estamos a los villanos, los cínicos, los sociópatas y los trastornados/traumatizados varios, puestos en valor protagónico por la narrativa contemporánea, Lucky nos remite a esos caracteres galdosianos hechos como la repostería, con cariño. A lo largo de más de dos horas de metraje, ninguna sentencia es digna de mención en El hombre que mató a Don Quijote. La película de David Carrol Lynch no está manca de ellas. La eterna discusión, perdida de antemano, de un nonagenario ateo, folclórico rasgo en el Medio Oeste, con los paisanos que le respetan pero no le entienden.  Los reproches a un amigo que ha perdido a su estrafalario compañero de vida. La conmovedora fiesta mexicana. Todo condensado en una frase: "Alone is not lonely". Tremenda verdad.
El existencialismo ateo, el bueno, ya nos dijo que fuimos arrojados al mundo, y que a partir de ahí, era nuestra tarea bregar con las circunstancias, y con la muy pesada carga de la libertad individual. Elegir es incómodo y sobrellevar la presión de lo ajeno más. La existencia es caos y paradoja, y ahí los fuegos artificiales de Gilliam sí que lucen. Mantenerse fiel a sí mismo en medio de desorden y de las veletas es algo que dominan el caballero de La Mancha y el cowboy. Crepusculares ambos, intentan burlar a la Parca con los medios que tienen a su alcance. Un vitalismo dispar pero complementario. El ex zapatero transmutado en hidalgo necesita sentir literalmente los golpetazos de la vida. El vaquero busca la confrontación dialéctica y se aleja del deterioro cognitivo siguiendo los concursos de la tele. Carece de una Dulcinea pero no de las camareras del diner donde va a tomar café cada mañana. Hay que escoger. David Lynch ya lo ha hecho.

domingo, 3 de junio de 2018

FARIÑA. GALICIA CALIDADE

Feria del Libro de Madrid 2018. En la caseta de Libros del KO destaca un humilde folio advirtiendo que "Aquí no se puede vender Fariña". Así que, mientras una resolución judicial aboca al ostracismo a una editorial independiente, el segundo grupo de comunicación más grande del país se prepara para recoger todo tipo de premios con la versión televisiva de la misma historia.  Una decisión de guion separa ambos destinos, un personaje secundario que decide suprimirse por motivos creativos, o de presupuesto.  
El caso es que Fariña, la serie, ha supuesto un punto de inflexión en el audiovisual accesible al telespectador medio, y justo en el año del despegue de Movistar como plataforma de contenidos. Con elogios unánimes acerca de su calidad, pero también con una audiencia en progresión descendente, ha recordado, en ese aspecto, a otros casos ilustres como El Ministerio del Tiempo. Su ventaja, y otro punto que la alejaba del estándar, fue su planteamiento inamovible de historia cerrada. No habrá segunda temporada, la némesis de las series españolas en abierto. Diez capítulos que han jugado continuamente con los límites entre realidad y ficción, a cuya costa se han vivido momentos tronchantes como la querella de uno de los protagonistas por una escena de sexo que juzgaba humillante en el primer capítulo.
Disponible aún para ver en línea, repasamos algunas de sus claves:
- Tras ver el primer capítulo, un conocido resumió su parecer con la frase: "Está bien, pero Sito Miñanco es una copia mala de Scarface". Ignoraba que era un personaje real, pero sí que estaba bien presente la eterna y cada vez más injusta comparación con los de siempre. Ni tampoco es Pablo Escobar, por más que el devenir de la historia nos lleve a ciertas intersecciones.
Uno de los valores añadidos de la historia desde el minuto uno ha sido apostar por el localismo extremo. Llevado a las cuestiones de idioma, sorprende que no haya habido quejas como las hubo con La Peste, producción de Movistar a la que se le reprochó la supuesta ininteligibilidad de su dialecto andaluz. La radiografía tan certera del galleguismo, con o sin narcos, ha suscitado la curiosidad comprensible del español de la meseta, tan cerca, tan lejos, y de cara al próximo verano ya se están promocionando rutas turísticas por Cambados y aledaños. Local, pero potencialmente muy exportable, de eso se trata. Todo es gallego certificado. Desde el reparto, desconocido fuera de la región hasta ahora, hasta la fenomenal y muy heterogénea banda sonora, muy presente para añadir y subrayar en los momento álgidos de la trama. Valle-Inclán estaría orgulloso.
- La etiqueta "basado en hechos reales", tan traicionera, supone aquí una exigencia adicional, por cuanto la mayoría de los personajes viven, y habrán seguido con detenimiento las tramas. Ellos y sus abogados. Para los espectadores más jóvenes, que no vivieron los años del proceso, los medios se encargaron de proporcionarles las lecciones de Historia suficientes. En este sentido, es un poco triste constatar lo que cuesta aún distinguir entre realidad y ficción. Otra de las protagonistas del hecho real se lamentaba en prensa de que el guion no reflejaba exactamente todos esos años tempestuosos como ella los había vivido. Que había sufrido mucho más, vaya. 
- La actualidad manda, y en este sentido sí procede una comparación con otra manera de enfocar este tipo de historias. Si bien parece, aunque no es, que los tiempos del narco gallego ya no son dorados, en el sur han tomado el relevo. Visto lo que se está viendo, sobre todo en ciertos noticieros, urge un adaptación de Fariña a la circunstancia sureña, y su idiosincrasia única. Porque, puestos a comparar, El Príncipe no era más que una novela romántica adaptada, con peripecias intercambiables y devenires amorosos sumamente estereotipados, como era de esperar viniendo de donde venía.
- El ritmo frenético que no decae casi nunca, es un beneficio directo de la duración humana de cada capítulo. Tanto se critica, desde los medios especializados con toda justicia, la excesiva duración de las series españolas, y llegan aquí unos valientes que se atreven a desmentir a la lógica. Los setenta minutos de rigor que ahorran muchísimo dinero a la cadena por cubrir más de una franja horaria, se hacen cortos. Pero no lo diremos muy alto, es una excepción a la regla. 
- Un protagonista carismático, que no es un malvado al uso, ni muestra atisbos de arrepentimiento o conversión. El verdadero Sito puede estar bien contento con su trasunto. No ha presentado denuncia alguna hasta el momento.
- Y por último, y no menos importante en estos tiempos, la predominancia de mujeres fuertes, tanto en un bando como en otro. Las esposas que se hacen cargo del negocio mientras sus maridos están huidos, y las madres coraje que se enfrentan a los que han arruinado la juventud de una generación completa. Incluso la que parecía más sumisa, atiza una bofetada a su cónyuge en el capítulo final. 
Así que si, sí se puede.