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viernes, 6 de enero de 2017

Paterson, la película del año

¿Se puede seguir siendo independiente después de veinte años de carrera? ¿Y después de una acogida absolutamente unánime de la crítica de Cannes y de Filmaffinity? ¿Ser independiente y a la vez producido por Amazon? Claramente, sí.
Jim Jarmusch, el independiente por excelencia del distrito de Nueva York, elabora en esta su última obra la radiografía más delicada acerca del proceso creativo, de su génesis y de sus contextos. Todo es aparentemente nimio en esta historia, llena de detalles de precisa cotidianeidad que, engarzados, componen el negativo de un poema épico. Pequeñas victorias y pequeñas derrotas que se tornan en poesía merced a un cuaderno lineado sin marca y un bolígrafo. Una vida construida con placidez, la de un conductor de autobús que escribe en su hora del almuerzo y se deleita silenciosamente en las conversaciones rutinarias, pero menos, que se suceden en su lugar de trabajo y en el bar al que acude cada noche después de la cena. Un proletario que rechaza autodenominarse como “poeta”.
No todos tenemos un conductor de autobús ni un poeta dentro, desde luego, por más que los gurús del bienestar nos inculquen lo contrario. Las piezas que componen la vida de Paterson por separado ya son extraordinarias, si bien inteligentemente disfrazadas de comunes. Pero nada de lo que sucede es común. Las simetrías, envueltas en meras casualidades: el apellido que es el topónimo de la ciudad, los tres cuartos propios del protagonista (el autobús en el que se nutre su inspiración, el sótano en el que lee, y el oasis de cataratas donde escribe). La anodina ciudad suburbial de Nueva Jersey que es cuna de literatos señalados. La estructura, más sencilla imposible, siete retazos para siete días de la semana. La envidiable vida sentimental del joven, que ha encontrado de verdad a su alma gemela. Un torbellino creativo de esposa, que le complementa milimétricamente y que puede soliviantar ciertas sensibilidades de los modernos feminismos. Una dimensión emocional cubierta modélicamente y sufragada con un modesto salario municipal. Y el momento dramático , supremo para todo escritor, y que no dirá absolutamente nada a los que salgan del cine pensando que esto va de la vida de alguien.
Los cinéfilos de Jarmusch encontrarán a su vez otras simetrías con películas anteriores, como corresponde a una trayectoria tan longeva. Reconocerán la mirada a la ciudad, desprovista de todo adorno, la reflexión metacrítica, el lirismo, aquí literal. Pero esta vez, el artesano está menos solo que nunca. Adam Driver, descubierto por la excesiva Lena Dunham para su serie icono Girls, se ha convertido en el auténtico contraplano en la nueva generación de actores que comienzan en la televisión o en películas de Sundance aspirando secretamente a encabezar la próxima saga/precuela/secuela de. Junto a él, una luminosa Golshifteh Farahani le da la réplica y le alimenta con blanquinegros cupcakes.