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domingo, 21 de mayo de 2023

LIBRES: DUC IN ALTUM


La libertad como el concepto más manoseado últimamente, puede materializarse de muchas maneras y en lugares sin alcohol ni terrazas. Desde el mes pasado sobrevive heroicamente en la cartelera una propuesta que podría considerarse el epítome de la contracultura contemporánea. Frente al barullo, frente a la apabullante estimulación sensorial que se ha hecho un hueco nuestras vidas a base de martillazos, una narración nada inocente acerca de una elección motivada y atemporal. Qué lleva a alguien a enclaustrarse en un monasterio en pleno siglo XXI es una cuestión más fácil de responder que hace unas décadas. El hecho de que todos los que aparecen en la película dispongan de hospedería es una señal clara de que el Beatus ille latino sigue siendo una aspiración vital. 

Pero esto no es un publirreportaje sobre las bondades de la soledad y del silencio, expulsados de nuestra cotidianeidad, convertidos en miedos cervales para una generación incapaz de soportarlos. A pesar de lo que pueden leerse en algunas críticas, quizá bienintencionadas para no espantar al espectador potencial, el hecho religioso está presente desde la primera secuencia. La llamada que traspasa y descoloca. El reverso tenebroso de la de Los Javis. La monja que antes fue profesional de tacón alto y cinco hijos relata con seriedad heladora el momento en el que se dio cuenta de la vacuidad de su vida. El holandés cultísimo y cosmopolita golpeado por las tragedias familiares que halla en los hábitos la paz que no sabía que necesitaba. El seminarista destinado a grandes hazañas académicas que intentó escaquearse de su destino desde la adolescencia. Y quizá el personaje más estereotipado, el de la novicia eternamente sonriente que habla de sus pretendientes pasados con desparpajo. Personas normales que una vez escucharon y se dejaron tomar de la mano.

Respetando las palabras expresadas por su director Santos Blanco, evitaremos el término "catequesis".Pero el campo semántico es amplio, y su habilidad más notable es la de ir diseminando las píldoras evangelizadoras con exuberantes planos de dron por tierras navarras y gallegas. En la oscuridad de una pequeña sala de cine de gran ciudad alienante, a quién no le gustaría ser teletransportado a tales locus amoenus. Pero lo que vemos no son comunas. El motor no es mejorar esa pequeña parcela del mundo. Solamente necesitan de Él, su coartada para permanecer ajenos y superar los sinsabores de la convivencia, subrayados constantemente en el metraje por si acaso. Se advierte en todos ellos un anhelo de la divinidad, una aspiración a la experiencia mística teresiana y, a la par, la frustración por quedarse en la fase de Fray Luis. 

Los protagonistas de estas historias encuentran su encaje en el mundo a través de la fe. Es la fe la urdimbre de todas las tramas. El aislamiento funciona como constructor de  la individualidad mientras el mundo gire en sentido contrario. Todos ellos afirman estar al tanto de lo que se cuece y se muestran como alternativa a las terapias mundanas. Los trabajos manuales para apaciguar el espíritu. Pero se omite que ese abandono incondicional funciona como vector de clase. Todos ellos proceden de entornos favorecidos, más evidentes en los más jovenes, que les han permitido/alentado a seguir ese camino con más o menos piedras según los casos. No han cambiado mucho las cosas desde las hijas nobles destinadas a los conventos más señeros, que necesitaban de ellas y sus dotes para seguir funcionando. Los  colegiales que poblaban la segunda proyección tras el estreno asentían transidos de emoción, subrayando la figura, pintoresca desde fuera, de las juventudes apostólicas romanas , y aplaudieron con fuerza el final, como se hace al aterrizar en los aviones que transitan por ciertas regiones también muy admiradoras de Cristo Redentor, el que nos trae y nos lleva. Nunca es tarde para ser escogidos. 

LIBRES (2023)

España. 103 m.

Dirección: Santos Blanco

Guion: Javier Lorenzo

Género: documental

Música: Óscar Martín

Fotografía: Carlos de la Rosa