cabra

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sábado, 31 de diciembre de 2022

2022 en El Niño Cabra. Los básicos vistos y leídos en estricto orden alfabético

 EN CINE

- Blonde, de Andrew Dominik. Netflix.

- Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa.

- El hombre del norte, de Robert Eggers.

- El prodigio, de Sebastian Lelio. Netflix.  

- La consagración de la primavera, de Fernando Franco.

- La hija oscura, de Maggie Gyllenhaal. Netflix. 2021

- La tragedia de Macbeth, de Joel Coen. Apple TV. 2021

- Mantícora, de Carlos Vermut.

- Mass, de Fran Kanz. 2021

- Memoria, de Apichatpong Weerasethakul

- Ninjababy, de Yvngild Sve Flikke 2021

- Sundown, de  Michel Franco.

- Suro, de Mikel Gurrea.

- Un día, una noche, de Isaky Lacuesta. 

EN LIBROS

- Basilisco, de Jon Bilbao. Impedimenta, 2020.

- Cómo guardar ceniza en el pecho, de Miren Agur Meabe.  Bartleby, 2021.

- Decir el mal: la destrucción del nosotros,  de Ana Carrasco-Conde. Galaxia Gutenberg. 2021.

- El hijo del chofer, de Jordi Amat. Planeta, 2020.

- Hamnet, de Maggie O´Farrell. Libros del Asteroide, 2020.

- Lo demás es aire, de Juan Gómez Bárcena. Lumen, 2022.

- Los galgos, los galgos, de Sara Gallardo. Malas tierras, 2021.

- Mundo hormiga, de Charlie Kaufman. Barrett, 2021.

- Nadie nace en un cuerpo equivocado, de José Errasti y Marino Pèrez Álvarez. Debate, 2022.

SERIES

- Esto te va a doler, de Adam Kay. Movistar+

- La asistenta, de Molly Smith Metzler. Netflix.

- La unidad, de Dani de la Torre y Alberto Marini.

- Nasdrovia, de Marc Vigil. Movistar+ 

- No me gusta conducir, de Borja Cobeaga. TNT.

- 800 metros, de Elías León Simiani. Netflix.

-  The Good Fight, de Michelle y Robert King. Movistar+





 

 

sábado, 10 de diciembre de 2022

CERBANTES PARK (2022)


 Provocador título el de la primera novela del barcelonés Carlos Robles Lucena (Terrassa, 1977).Provocador para los guardianes ortográficos de marca blanca que siguen pululando por la red y por algunas aulas también. La be larga con la que Don Miguel firmó todo es la misma que aparece en el retrato de Francisco de Quevedo reproducido en serie por los manuales escolares.  La grafía vintage anticipa una historia de fracaso y derroición individual y colectiva desde un punto ciertamente original, que no es poco. El interés inicial de un comisario de exposiciones acerca de los parques de atracciones como catalizadores de la identidad urbana contemporánea, deviene en objeto de tesis doctoral y se materializa en empresa quijotesca con generosa financiación de nobles con inquietudes. El camino desde la intuición hasta el abandono es largo y se nos ofrece implacablemente a modo de via crucis por un narrador testigo clásico, amigo de intensidad intermitente del idealista burgués que da vida a la criatura y la va modificando a medida de sus ideales cambiantes hasta provocar su fin por tedio y edibta negativo. Desde un presente inhóspito, convertido en okupa  de unas instalaciones que se van desmoronando con estruendo, igual que Occidente, anhela dejar su  testimonio para las generaciones futuras. El lector va percibiendo su deterioro cognitivo mientras visualiza los tiempos dorados del parque. Este Robinson Crusoe náufrago por la literatura recuerda su pasado compartido con el Comisario por el barrio obrero que los sueños de grandeza de un intelectual no han conseguido subir de categoría. A la vez, se deleita en describir con detalle el mapa del parque, con sus atracciones y experiencias que ahora llamamos inmersivas para lectores, no visitantes, para los que la palabra escrita ya no es suficiente.  Un superviviente que se aferra a un proyecto abandonado por otros como la razón de su existencia.


Nos tenemos que conformar con esta voz rencorosa para comprender los anhelos del sumo hacedor del asunto, un hijo de la clase media del que no llegamos a conocer su verdadero nombre. La remembranza de tiempos mejores se va alterando con pasajes de la juventud expatriada de El comisario, fragmentos más convencionales de desventuras estudiantiles y cuitas existenciales que todo becario sabrá reconocer.

Sin duda, lo más atrayente de la propuesta es la interacción entre contextos dispares y sus decepcionantes consecuencias. El Comisario, producto del ahora casi fenecido ascensor social, y de honda raíz catalana,  logra materializar su proyecto merced al patrocinio de unos nobles de barrio noble de Madrid que buscan un cierto barniz filantrópico a la par que beneficios pecuniarios y de imagen. El plan megalómano disfrazado de hito de la industria cultural que no revitaliza el barrio pobre en el que se asienta y del que ha detraído ingentes terrenos de usos recreativos, sanitarios, educacionales, dotaciones básicas, más necesarias pero menos vistosas. Esa concepción del urbanismo acaparador de recursos, tan familiar para el español. Ponga un parque de atracciones dentro de su deprimida área residencial, o un recinto deportivo para eventos de élite, o un auditorio sin orquesta, o una ciudad del arte o de la justicia.

Esta propuesta de animación a la lectura radical encantará a los perpetradores de las nuevas leyes educativas, obsesionados con la diversión y el autodescubrimiento. No descartemos nada, que los fondos europeos hay que gastarlos.

Cerbantes Park, de Carlos Robles Lucena. Navona, 2022. 280 págs.

sábado, 19 de noviembre de 2022

COLAPSO O APAGÓN: LATAS Y PILAS

 


¿Por qué no podemos volver simplemente al siglo XVIII? 

Los millones de espectadores que han ido alternando estos meses anillos y dragones saben bien que las civilizaciones han ido naciendo, creciendo y languideciendo mucho antes de que a Edison y a Tesla se les apareciera su momento Eureka. ¿Por qué ese denuedo de los creadores por asociar el final de nuestra decadencia eterna a la caída de la red eléctrica?

Lo cierto es que la idea del Gran Apagón circula periódicamente entre los medios cuando están pobres de visitas, y más cierto es que volvemos a tener una guerra frente a nuestra cara en un país primermundista que, de verdad de la buena, está abocado a sobrevivir sin electricidad en un invierno del este. 

¿Y en materia de apocalipsis, preferiremos saber las causas, o ya tendremos bastante con las consecuencias? 



La producción francesa Le colapse, estrenada en Filmin y ahora disponible en Rtve Play, aunque solo en su versión doblada y hasta el 24 de diciembre, tiene su pilar en la más completa de las incertidumbres. No llegamos a saber nunca qué es lo que ha pasado exactamente. La falta de electricidad es solo una consecuencia, y en el capítulo final se alude al generalista concepto de “cambio climático”. El planeta se ha hartado de nosotros, y punto. 

En cambio, la versión no versión de Movistar+ exonera de culpa al ser humano. Es una fenomenal tormenta solar la que nos descabala el chiringuito.

En diez píldoras de entre 15 y 30 minutos, la producción francesa ofrece una panorámica de la desesperación en espacios y colectivos dispares. Unos cuantos cortes entre el antes, que se nos muestra calculadamente en el último capítulo, y el progresivo después: unas horas, unos días, unas semanas, unos meses. La concisión manda, y a un ritmo verdaderamente endiablado (La estación de servicio, el aeródromo), se demanda del espectador una entrega que parecía olvidada ya en estos tiempos de series vistas dormitando  a doble velocidad de reproduccion. No hay respiro ni hueco para la esperanza. Desde las primeras secuencias en un supermercado que se va a abarrotando y en el que ya solo se puede pagar en efectivo, pasando por la inutilidad de las profesiones de cuello blanco cuando de volver a vivir de la tierra se trata, hasta el postrer homenaje a No mires arriba (2021), la ética ilustrada es lo segundo que colapsa. Sin sorpresas. 

La propuesta española El apagón opta por la duración estándar de cincuenta minutos. Seis visiones del derrumbe por parte de seis prestigiosos cineastas patrios, cada cual con sus filias bien marcadas. Estructurada mediante una apertura y cierre que comparten trama pero no equipo creativo, es notablemente irregular en concepto y desarrollo, como era esperable. Cada cual verá qué peripecia y qué personajes le llegan más. En este caso, la apertura de Rodrigo Sorogoyen es atrayente por mostrar la perspectiva muy pocas veces abordada del conjunto humano que debe amortiguar las consecuencias de la inédita situación. Un reducido grupo de individuos altamente cualificados que forman ese núcleo al que el pueblo llano exige soluciones, dirigido por un concentrado Luis Callejo, en el que no faltan los expertos ignorados por los políticos. Original y excelsamente protagonizada por Jesús Carroza es la aportación del sevillano Alberto Rodríguez, que rescata a esa España vaciada de verdad que no nota la falta de electricidad porque nunca la ha tenido, en su choque con la voracidad del urbanita. 



El problema surge con el buenismo y la ingenuidad que impregnan los capìtulos dirigidos por Isa Campos e Isaki Lacuesta. La primera lanza imàgenes impactantes como la pista de pàdel de urbanización tipo devenida en gallinero y retrata de manera previsible y maniquea el terror de sus habitantes ante la invasiòn de sus pisitos por parte de menores no acompañados. En el cierre, las escenas ante el fuego de migrantes que cuentan a su blanca patrona sus terrible viajes a la Europa prometida para que ella y nosotros pensemos eso de que tan mal no estamos está muy cerca de caer en el sonrojo. El capítulo hospitalario de Raúl Arévalo nos recuerda inmisericorde que eso ya lo vivimos hace solo un par de años. 

En este sentido, la moraleja de franceses y españoles es cristalina. Ante una situación terminal, las ciudades son el infierno. Más vale retomar relaciones con los parientes del pueblo o tejer una red de contactos de gente con huerto. 





domingo, 9 de octubre de 2022

BLONDE no es Marilyn no es Norma


 Aquellos heroicos espectadores que aguantan hasta el final de los créditos y los no menos heroicos que sestean viendo pelis de tarde conocen bien aquello de "esta película está basada en hechos reales".

Esta semana se ha hecho menos viral de lo  que merecía, quizá debido a la feroz competencia, la reclamación de ciertos pagadores de una entrada para el regreso a los cines de Avatar porque pensaban que era Avatar 2. No caeremos en la falacia tuitera que empieza por "los mismos que..." pero tentador es un rato. La aproximación de Andrew Dominik a la novela de Joyce Carol Oates se está saldando con fenomenales y furibundas reacciones que le vienen muy bien en cuanto a audiencias y muy mal en cuanto a futuribles premios. Esta rubia no es mi Marilyn, exclama el octogenario Paul Schrader, dando voz a los indignados. Vaya visión machista, cuánta miseria emocional ante nuestros ojos. Tras el amable recordatorio de su identidad de versión cinematográfica de una novela, el ojo de Mordor se ha dirigido a la escritora, no una biógrafa aspirante a polemista sino toda una eterna candidata al Nobel. En un giro desopilante y más humorístico que el que le cayó en su momento a Margaret Atwood, se le ha llegado a reprochar a Oates que, en siendo fea, se atreva a escribir sobre una mujer guapa. Cero unidades de sorpresa en cuanto al nivel argumentativo de esta década del siglo XXI. 

Así pues, comenzamos recordando que esta película es una libre versión de una novela que es una libre versión de los claroscuros de la biografía  de una de las poquísimas personas para las que se creó el término "mito". No es aconsejable por ello, ir consultando Wikipedia durante las dos horas y cuarenta y siete minutos de metraje, igual que estan haciendo ustedes con las dos series de moda y sus árboles genealógicos.   A pesar de eso, no hay revista ni magazine de entretenimiento que no haya publicado su correspondiente artículo enmendando la plana al director y guionista.

Pasemos a lo que importa. Blonde es una obra artística de calidad. Sorprendente en su apariencia de pesadilla desenfocada, una muestra excelente de lo que supone el punto de vista en una narración cinematográfica. La cámara no enfoca a Marilyn sino que se inserta dentro de lo más profundo de su ser y deja vía libre a la expresión, al sufrimiento, a la alucinación. Este planteamiento lógicamente molesta a quien esperaba un biopic de los que se llevan los óscares y los globos de oro y los brit awards. Dicen los entendidos que Ana de Armas muy injustamente no olerá ninguno. Los que dan los premios sabrán. Su encarnación de la diosa abarca todos los matices y expresividades. Sale ganando incluso en personal confrontación con los planos reales rescatados de la misma Monroe en estrenos y promociones. Más leña a la confusión entre vida, verdad, cine y literatura para los apóstoles de lo literal.  


Formalmente,decimos, es una cinta ambiciosa, de una calculada ambigüedad traducida en el uso alterno del color y del blanco y negro, más allá de la simbología evidente en cuanto a representación de felicidad/angustia. De hecho, es lo contrario,como demuestran la narración de uno de los pocos momentos de equilibrio vital en su relación con Charles Chaplin jr y Edward G. Robinson jr. (Qué mentirosos Dominik y Oates, solo fueron tres amigos. Lo dice Esquire)

Quizá lo que moleste sea la imposibilidad de resignificar a Norma/Marilyn como improbable icono feminista, al estilo de Frida Kalho. Norma Jean y todas las Normas que poblaron el mundo occidental en esas décadas previas a la primavera sesentera, únicamente jugaron las cartas que la naturaleza les dio para salir adelante. Una naturaleza que se cobró en sangre el precio. Dos violaciones y tres abortos aparecen en el metraje. 

Quizá lo que moleste sea el retrato de una Marilyn que nunca supo dejar  de ser Norma Jean, pivotando su existencia privada en torno a un padre ausente, muchacha ingenua que llama daddy a sus parejas y que acaba engañada y burlada por sus únicos amigos. La estrella que osa decir que lee a los rusos y aspira a hacer teatro porque en el cine los personajes le parecen hechos a trozos se choca con las miradas, las risotadas y los aplausos de recurrentes figuras masculinas siempre encorbatadas. La chica huérfana que se divorcia del astro del deporte por no dejarla ser Marilyn y que implora al dramaturgo que no la obligue a ser esa de nuevo. La despoblada de afectos que fantasea con sus hijos nonatos y se pregunta a sí misma "no me harás eso de nuevo", antes del segundo aborto. ¿El destrozo moral ante tanta pérdida transmite un mensaje antiabortista? Y si así fuera,¿ sería un demérito artístico?


domingo, 19 de junio de 2022

NINJABABY (2021)

 NINJABABY(2021)

País: Noruega 

Duración: 103 minutos.

Dirección: Yngvild Sve Flikke

Guion: Johan Fasting, Yngvild Sve Flikke, Inga Sætre

Música: Kare Vestrheim

Fotografía: Marianne Bakke

Reparto:Kristine Kujath Thorp, Arthur Berning, Nader Khademi, Tora Christine Dietrichson Silya Nymoen 

 

La proclamada mejor comedia en los Premios de Cine Europeo 2021 tiene como principal virtud una combinación ejemplar y valiente entre risa y drama. Valiente por escoger la opción difícil, la del drama al final (sin desvelar nada). Ya desde el titulo se percibe el tono gamberro con el que la directora ha querido impregnar esta historia de embarazo no deseado, tema proclive donde los haya a los dramas tremebundos. La chispeante protagonista se inscribe en la muy contemporánea tendencia a visibilizar un tipo de mujer joven aparentemente atolondrada pero que se precia de llevar las riendas, mayormente sentimentales-sexuales de su vida. Fuertemente emparentada con La peor persona del mundo, de Joachim Trier, la otra gran sensación noruega de esta temporada, aún en cartelera, y con la que conforma un sugerente programa doble. En literatura, es inevitable la relación con las novelas de Sally Rooney progresivamente llevadas al formato serie. Y qué decir de Juno (2007), de Jason Reitman. Una comparación entre ambas que resulta esclarecedora para entender la deriva existencial en la está sumida la juventud de Occidente. Por decir algo, Juno, aún en el instituto, muestra una madurez inalcanzable para Rakel, 23 años, diseñadora gráfica que vive en un apabullante desorden físico y afectivo pero es muy libre. Esta libertad que no ejerce ni reivindica en otros planos, es contrarrestada por la malvada biología, que se impone a todas las barreras contraceptivas en su noche loca con un profesor de aikido que huele a mantequilla y más aún, le niega toda pista sobre su estado hasta nada menos los seis meses de embarazo, haciendo inviable un aborto. 

Con estos mimbres, la negación dejando paso al procesamiento de los hechos, Rakel tiene muy claro en seguida que no quiere ser madre, y emprende la peripecia de encontrar a los progenitores perfectos para la criatura. Las situaciones se suceden siempre con entreverados toques de amargura, si bien plenamente instaladas en la comicidad y en cierta crítica atinada a la idealizadísima sociedad nórdica. 

Ahora bien, como en toda comedia, los acompañantes del protagonista determinan el éxito o el fracaso de la propuesta. Formalmente, uno de los pilares es sin duda la inclusión del propio nonato como comentarista de las idas y venidas del "recipiente sagrado" como diría Juno, que le ha tocado en suerte. La imaginación calenturienta y hormonada de la joven diseñadora modela un bebecillo esbozado con cuatro líneas que se le aparece, le habla y le lleva la contraria, proporciando escenas muy bien resueltas técnicamente, con mucha ironía y mala baba. Por eso, el desenlace se vuelve un pelín más dramático de lo deseable para evitar el desequilibrio de la mezcla. En este sentido, es de alabar la inteligencia del guion, que juega a la ambigüedad inicial con la presentación de los arquetipos masculinos para luego desmontarlos. Desde luego, el padre de la criatura, reducida cruelmente de su identidad como ser humano a uno solo de sus atributos merced al apelativo "dickJesus", en el original, no puede ser más peterpanesco. Le salva que, al ser nórdico, no tiene a una madre que le lave la ropa y le llene la nevera todos los domingos. En contraposición, el profesor de aikido, ejemplar en su acompañamiento a Rakel a pesar de ser descartado como contribuyente genético nada más empezar. Como decimos, es muy de agradecer que se hayan trascendido los tópicos, no diremos cómo. 


Vemos a Rakel perdiendo el autobús para su cita en la clínica, siendo abroncada por su feto por guardar bajo la cama restos de bocadillo de salchicha,  y lidiando con la adultez sobrevenida, en definitiva, me viene a la memoria una de frase profética de esa película lapidaria sobre el paso del tiempo llamada Entrevista con el vampiro (1994). El ahora diríamos depresivo Louis de Ponte comenta a Lestat, sobre la juventud frivolona que está conociendo por aquellos años, que ellos no lo entenderían, pero que él a los 24 años ya era dueño de una plantación, marido y padre de dos hijos.


sábado, 21 de mayo de 2022

ALCARRÀS

 


 

 Pasadas unas cuantas semanas después de su estreno, el segundo trabajo de Carla Simón puede confirmarse como uno de los éxitos de la cartelera en esta macilenta temporada de cine. Esta historia de pérdidas anunciadas certeramente dirigida a un espectador urbanita ha roto con hechos tan establecidos en el cine español como la disparidad entre las recepciones de crítica y público y la maldición de las segundas películas. A nadie que siga con cierto interés las peripecias de la industria le pasa desapercibida la cantidad de óperas primas que encuentran su hueco. Nombres con mayor o menos trayectoria que se lanzan al largo con mayor o menos fortuna y mayor o menor recolecta de galardones pero que, al igual que en otras vertientes del espectáculo, encuentran más piedras en el camino de la segunda obra, la de la confirmación. 

Carla Simón es ya la representante más destacada de la cantera de cineastas catalanas que, al amparo de prestigiosas instituciones académicas, facturan un cine intimista pero ambicioso e innovador  en la forma que retrata acertadamente las aristas de su generación con historias en las que se turnan el drama y la comedia, como en la vida. Es también la que ha sacado más jugo a sus vivencias personales, dignas en cualquier caso de ser compartidas. Así en Verano, 1993.

Alcarràs, municipio de la comarca del Segriá en el que la directora residió periódicamente a raíz de los acontecimientos de los que parte su primera obra, solo es uno de los muchos lugares que se han enfrentado a la evolución socioeconómica propia de nuestro siglo. Dependiendo del punto de vista, modernidad y progreso o capitalismo inhumano. El punto de partida es sencillo, y tiene muy en mente el tipo de espectador al que se dirige. La familia Solé cultiva melocotoneros en tierras arrendadas por el abuelo sin ningún tipo de contrato escrito y ha de afrontar la decisión del nuevo terrateniente de cambiar la fruta por las placas solares. El primer logro de la autora es no escorar la trama hacia el maniqueísmo facilón del payés bueno y el empresario malo. Pinyol el joven, nieto del que selló el acuerdo con el abuelo con un simple apretón de manos, no parece mal tipo más allá de su razonable pretensión de sacar partido a una propiedad condenada a marchitarse. 

Pero evidentemente, el ojo de la cámara se pone en la familia protagonista, que pivota en torno a un clásico cabeza de familia. Quimet puede ser el símbolo de la resistencia heroica o de la cerrazón pueblerina, según gustos. Es muy difícil que un personaje caiga mal y al mismo tiempo provoque compasión, y aquí se consigue. Mérito al cincuenta por ciento de la creadora y del actor que compone el personaje. Actor no profesional, como casi todo el reparto, detalle que se olvida cuanto más avanza la película. 

Ese tipo de espectador informado al que va dirigida la película se sitúa por encima de Quimet, en cuanto ya sabe lo que va a pasar. La familia no entiende su cerril negativa a aceptar lo que viene, pero nosotros sí. Su paciente esposa Mariona renuncia a explicárselo, y va construyendo su propio duelo al margen. Vemos en ella y en la abuela la representación de la mujer rural que se echa la casa a la espalda ante el bloqueo mental de los hombres.

En este locus amoenus pleno de color y textura, condenado a la extinción,  es fundamental, como en Verano, 1993, la mirada de la infancia. Lo tenemos claro desde la primera secuencia. Una infancia rural de esas que los madres y padres de ciudad idealizan hasta lo exasperable. Una infancia sin móviles ni pantallas con los niños correteando sin supervisión durante horas. Unos niños que son los primeros en empezar a perder y que cargan con las broncas y las malas caras de los adultos. Pero también está la mirada adolescente, y es quizá la aproximación más original de la historia. Crecer en el campo sin traumas, esperar con ilusión las fiestas del pueblo, o llevar la contraria al padre y al sentir general por querer seguir en el campo en vez de estudiar.  O paladear el dulce sabor de la venganza al estilo rústico, entre bíblico y mafioso. Una felicidad serena, muy alejada del ecologismo cuqui de tantas obras de moda entre las gentes de Malasaña, que verán con espanto las cacerías de conejos depredadores de los cultivos.

Con todo este material, más la elección del verano como marco hubiera sido fácil tentar a la lágrima. Sin embargo, la directora opta por lo contrario, una notable distancia emocional. La contención general solo desaparece cuando la unidad familiar se quiebra. Todos los actos familiares son  el proceso lógico hasta la escena final, en la que muy inteligentemente la cámara se centra en los rostros. Solo en ese momento llegamos al leve estremecimiento de que a cada uno de nosotros nos han arrancado algo también.

 

ALCARRÀS

Año: 2022 

País: España

Dirección: Carla Simón

Guion: Arnau Vilaró

Música: Andreas Koch

Fotografía: Daniela Kajías

Reparto: Jordi Pujol Orcet, Anna Otin,Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabos, Berta Pipó.

domingo, 24 de abril de 2022

COMPARTIMENTO Nº6: EXTRAÑOS EN UN TREN

Sin hacer ruido en la cartelera pero sembrada de premios llegó hace unas semanas lo nuevo del finlandés Juho Kousmanen, director de la celebrada El día más feliz en la vida de Olli Mäki (2016), según guion propio basado en la novela de Rosa Liksom.

La premisa de juntar a desconocidos en un espacio cerrado con una sustancial cantidad de horas muertas por delante nunca falla, sea en pantallas grandes o pequeñas. A esto se le añade el renovado interés por las nacionalidades de los forzosos convivientes:una finlandesa y un ruso,vecinos desconfiados siempre y ahora un poco más. El imaginario viajero en territorio ruso casi siempre ha tenido al tren como elemento vertebrador de las inmensas distancias y catalizados de experiencias, especialmente el mítico y aún poderoso Transiberiano. Inevitable recordar el irregular thriller del mismo nombre (Trassiberian, 2008), con Eduardo Noriega internacionalizando su rictus de maldad. En este caso vemos a una estudiante de arqueología finlandesa enamorada del país vecino y más concretamente de su casera en Moscú, por un lado, y de unos celebrados petroglifos enclavados en una remota localidad del ártico ruso que planea visitar en pleno invierno. Pero su amada intelectual moscovita, muy certera y paródicamente retratada en las primeras secuencias, cancela su participación en el viaje de manera inopinada y quizá solo quizá como pista de que el entusiasmo por la relación no es muy recíproco. De modo que la estudiante se embarca a Múrmansk compartiendo compartimento con un joven ruso cuyas primeras y segundas palabras hacia ella dejan claro que no ha asistido a seminario alguno sobre nuevas masculinidades. Por delante quedan dos días de viaje, con sus noches.

Pero esto no es una de esas pelis de tarde,sino una medida composición acerca de las distintas maneras en las que puede aparecerse la soledad, y las maneras de gestionarla, o asumirla. El poco lucido vagón de segunda es un personaje no menor. Todo en su interior invita al decaimiento. Que haya agua hirviendo gratis para el té lo hace si cabe más deprimente. La severa revisora que ignora las quejas de la muchacha y que la habría condenado a una experiencia traumatica en una de esas pelis de tarde o en algún autobús nocturno de Greyhound, ya puestos. Los caracteres pronto se desvelan con más aristas de las esperadas.  El tópico de las falsas apariencias reivindica su atemporalidad,  y ello es mérito tanto de su construcción como de la interpretación compenetrada de Seidi Haarla y Yurij Borisov.

El escenario estático y dinámico a la vez, la visión permanente de un rostro desconocido, la necesidad de llenar el tiempo impelen a los personajes de estos trayectos a romper el silencio, sin ser conscientes de las consecuencias. En el invierno ruso no hay lugar para el filtreo como en Antes del amanecer o Con la muerte en los talones. Todo está  sucio,es  brusco, hiriente, frío y aislado. Una coraza para la vulnerabilidad del alma. Porque si se baja la guardia, llegan las decepciones. Un trayecto hacia la demolición del horizonte de expectativas y del andamiaje emocional que todos cargamos, patrocinado por la ausencia de teléfonos móviles. 

COMPARTIMENTO Nº6 (2021)

Título original: Hytty nro 6

País: Finlandia

Duración: 107 minutos.

Dirección: Juho Kusmanenn

Guion: Andris Feldmannis, Juho Kusmanenn, Livia Ulman. Basado en la novela de Rosa Liksom.

Fotografía: Jani-Petteri Passi

Reparto: Seedi Haarla, Yurij Borisov, Drinara Drukarova, Vladimir Lisenko, Galina Petrova, Tomi Alatalo.

 


jueves, 24 de marzo de 2022

MUNDO HORMIGA (2021)


Poco aliciente se ve a priori en el debut novelesco de Charlie Kaufman. Un mamotreto de más de 900 páginas. Una portada arisca. Un título que puede inducir a confusión con los documentales de la 2. Minucias. Lo que realmente debiera hacer desistir al lector de fin de semana en busca de obsequios epatantes o libros al peso es el concepto "de autor". Esa idea que ha prosperado en las cabezas del consumidor medio como sinónimo de exquisitez y exclusividad suavizadas lo justo para combinar con la idea antitética de "para todos los públicos". Esta no es una novela de autor. El autor es la novela. No saber quién es Charlie Kaufman, no haber visto El ladrón de orquídeas, Olvídate de mí, Cómo ser John Malkovich, Anomalisa, Synecdoche. Nueva York o la más reciente Estoy pensando en dejarlo le excluye fulminantemente como lector y muchísimo más como regalador. Vaya a por algún thriller que no ponga en duda su comprensión lectora. No se apene. Charlie no se hará rico con esta novela, fruto precisamente de la ociosidad obligada por el parón pandémico y el vuelco de las grandes productoras hacia las sagas de superhéroes. 
En el caso contrario, tampoco ha de cantar victoria. Aunque las cosas irán más fluidas, a medida que se vaya haciendo un organigrama mental, o de pared para no perder la conexión entre las decenas de tramas y subtramas que  nacen, crecen, se reproducen y mueren como las protagonistas de aquel anuncio  a lo largo de noventa capítulos afortunadamente cortos y profusamente dialogados. 
En el comienzo de todo esto, un desconocido e hiperculturizado crítico cinematográfico, autor de al menos 75 monografías y graduado de otros tantos estudios en las más prestigiosas universidades. Un hombre blanco heterosexual que sabe perfectamente muy consciente de sus privilegios y de la pérdida de hegemonía de los suyos. Un aspirante a aliado que se obsesiona con el lenguaje inclusivo. Un hombre de gran nariz que no es judío. Un padre ausente con una hija directora de éxito que le ataca a través de su blog megafeminista. Una hiperhiperbólica caricatura del autor, que vuelca todos y cada uno de sus intereses y referentes en la construcción babélica de una peripecia fuera de los límites del espacio y del tiempo. Este crítico constreñido por su trabajo en una escuela técnica acepta un encargo periodístico y se traslada a Florida, donde tiene como vecino a Ingo Cutbirh, un huraño afroamericano que se destapa como el creador silenciado de la mayor obra maestra del cine de todos los tiempos, y la más larga también. El vecino muere inesperadamente durante la proyección, y el crítico encuentra en la película ignota la oportunidad de salir ambos dos del anonimato, pero algo falla. Toda la película se pierde y tan solo queda un fotograma. A partir de ahí, un hipnotista le ayudará, o no, a recordar los tres meses de película, que evidentemente ya no será la de su creador primigenio sino la hilvanada por el destartalado palacio mental de B. ¿Y las hormigas? Al final del cuento.
La catarata de referencias heroicamente enumeradas por el traductor de todo esto dejan ver sin pudor ni medida las filias y las fobias de B. a.k.a Kaufman, utilizando de manera indistinta los nombres reales de los aludidos o meros sucedáneos. Desde una progresivamente agotadora insistencia en la autocrítica socarrona de cada uno de sus trabajos como guionista y director hasta su mal rollo con el mismísimo Christopher Nolan, que se cree muy listo. Sorprende quizá su admiración por Judd Appatow,destacado representante de la nueva comedia americana, con parecido sentido del humor pero con  la cabeza en su sitio. Wes Anderson le gusta a trozos, no como el desafortunado Turrantino, del que deplora su apropiación de la cultura afroamericana y su afición por la violencia adolescente. De entre toda la maleza, sin duda destacan todos aquellos fragmentos en los que B. desparrama su conocimiento enciclopédico  acerca del hecho cinematográfico en todas sus facetas y sobre  su propio proceso de visionado y de creación, ciertamente esperpéntico.
El exceso es sin duda la marca de esta sátira postcontemporánea. Más allá de la neurosis privativa del autor y que el proceso creativo se parezca más a abrir un grifo y dejar el agua correr, asoman ecos de la mejor narrativa del siglo XX. Esas enumeraciones caóticas tan presentes en Borges, y ese humor entre abstruso y enloquecido de las obras maestras de John Barth y William Gaddis, a las que parece homenajear incluso en el tamaño. Tomando como modelo la muy merecidamente reivindicada en estas páginas Más extraño que la ficción (Marc Foster, 2006), el recién iniciado periplo literario del bueno de Charlie incluye su negativa a facilitar una imagen para la contraportada, y su aparente desconocimiento, según su editorial española, de que esta edición existe. Nada sorprendente. Se afirma también que el heroico traductor de todo esto acabó cortocircuitado y hubo de retirarse a una cabaña en Asturias. Desde aquí le pedimos un "cómo sobreviví a la traducción de Mundo hormiga".

Mundo hormiga (Antkind), de Charlie Kaufman. Editorial Barrett, 2021. 944 páginas. Ilustrador: Isidro Ferrer. Traducción de Ce Santiago.

domingo, 20 de febrero de 2022

CINE: DRIVE MY CAR (2021)


 Mucho hablamos de William Shakespeare como el gran intérprete de las pulsiones humanas pero, a un nivel más usuario de cotidianeidad, está claro que el que se lleva el título es el dramaturgo y cuentista ruso Anton Chéjov, santo patrón de los talleres de escritura, y un must en todas las temporadas teatrales. Son legión las adaptaciones en todos los formatos de sus textos más celebrados. La gaviota, Tres hermanas, El jardín de los cerezos y, sobre todo, Tío Vania, han calado excepcionalmente en un público burgués  que brega con el tedio y con la familia, ya sea en casas de campo o en pisos de ciudad. La historia de este hombre frustrado por todos sus poros ha servido también de catalizadora para la reflexión metaartística (véase Vania en la calle 42 de Louis Malle), pero siempre circunscrita a la interpretación occidental.

Por ello, esta magna obra de Ryûsuke Hamaguchi, que está arrasando en la cosecha de galardones 2021-22, incita a la curiosidad y al descubrimiento. La siempre de moda idiosincrasia japonesa también puede ser decodificada a través de los parlamentos chejovianos. O es que el ser humano proceda de donde proceda acaba sufriendo por las mismas cosas. De lo que no hay duda, es que tres horas de metraje son una ventaja a la hora de sumar capas a la reflexión. Tres horas que no se pasan en un suspiro, como publicitariamente han alegado todos los críticos menos uno , aun siendo una distribución temporal que se asemeja a la clásica en tres actos, al término de cada cual hay un punto de giro que insufla nuevo aliento a la trama. El primer acto se antoja excesivamente introductorio, algo que las sinopsis de la trama han entendido perfectamente, por más que los sucesivos descubrimientos hagan necesario volver a él.

Uno de los muchos méritos del director y guionista es el haber conseguido solapar con asombrosa sincronía el texto de Chéjov, más el de Murakami mismo con los eventos vitales del protagonista, un director e intérprete teatral que gusta de repasar sus textos mientras conduce, atendiendo a un ritual que le ayuda a sobrellevar su tragedia. Los personajes y sus cuitas cobran vida en un doble plano simbólico y material, desgranándose en el fraseo monótono de la cinta de cassette y en los ensayos de la obra misma en el marco de un festival teatral en Hiroshima, el verdadero germen de la historia. La vida imita al arte, una vez más, y el arte lo intenta con la vida, aunque quede algo artificial ese plurilingüismo en el que se sustenta la versión de la obra, que un espectador occidental será incapaz de captar.

El coche del título, un viejo Saab con el que el Yusuke mantiene un vínculo casi sanguíneo, es el espacio idóneo para desarrollar la relación  entre dos personas que irá evolucionando de lo laboral a lo personal, evidentemente. La imposición de una choferesa que le traslade desde su lejano alojamiento escogido adrede y la sala de ensayos supone un shock para él, y experimentamos su mismo sentimiento de intromisión en su intimidad. Sin embargo, el proceder casi robótico de la muchacha, que irá desgranando sus pizcas de humanidad escondida por el trauma, le convence de no renunciar a la escucha balsámica. Afortunadamente, la trabajadora no es una actriz frustrada ni hay conspiraciones cósmicas como en una hipotética versión estadounidense. El discurso chejoviano se destina más a hilvanar el nexo entre asuntos como la creación literaria, las relaciones de pareja, la traición, el duelo, la culpa, y en último término, la redención. Todo ello a través de una quietud, una serenidad y una evanescencia incompatibles con una conducción impetuosa con cambios bruscos o frenazos que hubieran descabalado esa delicada construcción discursiva. Y sirve además para aclarar la relación del protagonista con las del resto de caracteres, en especial el del joven actor al que escoge para hacer de Vania no por sus cualidades artísticas precisamente. Ahí radica la complejidad humana que tan fértil ha sido en la literatura contemporánea. Lo que lleva a querer trabajar con la persona que quebró su felicidad doméstica puede ser simple curiosidad,  deseo de cerrar etapas o la certeza de estar conectados. Sea como fuere, la larga conversación en el trayecto nocturno con la presencia casi invisible de Misaki es de lo mejor de la película, de una emotividad contenida apenas soportable. 

Título original: Doraibu mai kâ

Año: 2021

Duración: 179 min.

País: Japón

Dirección: Ryûsuke Hamaguchi

Guion: Ryûsuke Hamaguchi, Takamasa Oe. Historia: Haruki Murakami

Música: Eiko Ishibashi

Fotografía: Hidetoshi Shinomiya

Reparto: Hidetoshi Shinomiya, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe, Masaki Okada, Perry Dizon, Ahn Hwitae.

Productora: Bitters End, C&I Entertainment, Culture Entertainment, Asahi Shimbun. Distribuidora: Bitters End, The Match Factory

Género: Drama

domingo, 23 de enero de 2022

HAMNET, de Maggie O´Farrell: vidas pequeñas insospechadamente grandes.

 HAMNET, de Maggie O´Farrell



Cuando uno indaga acerca de la considerada como segunda mejor novela de 2021 por el suplemento literario más leído (si es que eso existe), la búsqueda más recurrente es si lo que se cuenta en ella es verdad. Y parece ser que sí, pero la curiosidad solo nace a medida que sus páginas avanzan. Extremadamente difícil en estos tiempos es renunciar a toda información previa, a leer la sinopsis de la contracubierta, a los títulos de las reseñas, dejarse sorprender, en definitiva.  En este caso, diría que es casi obligatoria la renuncia. Diría, incluso, que la novela será más disfrutable cuanto menor sea el conocimiento enciclopédico del asunto. Algo raro de ver, sin duda. Solo así la inteligente decisión de la autora irlandesa de reviste de pleno sentido. De esta manera, lo que se nos cuenta en un ejercicio magistral de equilibrio entre el mundo real y los cuentos de hadas es el proceso de un duelo, una historia de renuncias y un retrato delicado, emocionante y documentadísimo de la vida doméstica en la Inglaterra rural del siglo XVII. 

El protagonista no es ese famoso dramaturgo de cuyo nombre todos se han acordado. Considerarlo de otra manera es omitir la intencionalidad del punto de vista. La figura paterna que entra y sale de las vidas de los personajes no es nombrada nunca. La maestría en su construcción radica en que,a través de sus acciones, de sus palabras, de sus pensamientos, va brotando en el ilustrado lector la evidente similitud. Y, en este sentido desemboca el relato, claro está. Sin embargo, que  luego el lector haga sus comprobaciones o no, debiera influir bien poco en el regusto final. 

El pequeño Hamnet es ejemplo evidente de lo que Don Miguel de Unamuno llamó la "intrahistoria". Su peripecia vital no deja de ser extraordinaria a pesar de que las vicisitudes del siglo la hicieran desgraciadamente común. El juego entre lo que pasó, lo que sabemos, lo que el narrador cuenta y lo que la autora imagina está trenzado con enorme maestría.  A través de la alternancia de planos temporales, se exploran los dificultosos contextos vitales que perfilan el carácter de los personajes. En una campiña onírica, alejada del bullicio y del peligro de las nacientes ciudades, crece Agnes, la madre de Hamnet, que siempre fue diferente. Es ella, y en ella muchas mujeres, la verdadera depositaria del relato. Un espíritu libre que se resiste a ser amoldado por los que le rodean. 

No hay asomo de  sentimentalismo y cursilería, que parecen ser cosustanciales a las historias con raíz rural. Ahí está, por ejemplo, el hit Yo canto y la montaña baila, de Irene Solá. Hamnet no es ningún ejercicio de nostalgia de laboratorio para urbanitas, ni necesita dar voz impostada a animalillos para transmitir el aura de una naturaleza que mantiene con el ser humano una relación de beneficio mutuo.Siendo esta una historia de interioridades, cada vez que el narrador sale a tomar el aire, la sencillez  y el rigor, y un cierto y necesario toque de humor impregna sus palabras. Ahí están de muestra la relación de Agnes y las plantas y la clarividente explicación de la llegada de la peste a las islas. Demoledora relación entre causa y efecto en personas normales que hacen su vida ajenas a lo que se les viene encima. Que cada cual haga su propia lectura más o menos contemporánea. 


HAMNET, de Maggie O´Farrell. Traducción de Concha Cardeñoso. Libros del Asterioide, 2021. 350 p.