¿Se puede seguir siendo independiente
después de veinte años de carrera? ¿Y después de una acogida
absolutamente unánime de la crítica de Cannes y de Filmaffinity? ¿Ser
independiente y a la vez producido por Amazon? Claramente, sí.
Jim Jarmusch, el
independiente por excelencia del distrito de Nueva York, elabora en esta
su última obra la radiografía más delicada acerca del proceso creativo,
de su génesis y de sus contextos. Todo es aparentemente nimio en esta
historia, llena de detalles de precisa cotidianeidad que, engarzados,
componen el negativo de un poema épico. Pequeñas victorias y pequeñas
derrotas que se tornan en poesía merced a un cuaderno lineado sin marca y
un bolígrafo. Una vida construida con placidez, la de un conductor de
autobús que escribe en su hora del almuerzo y se deleita silenciosamente
en las conversaciones rutinarias, pero menos, que se suceden en su
lugar de trabajo y en el bar al que acude cada noche después de la cena.
Un proletario que rechaza autodenominarse como “poeta”.
No todos tenemos un conductor de autobús ni
un poeta dentro, desde luego, por más que los gurús del bienestar nos
inculquen lo contrario. Las piezas que componen la vida de Paterson por
separado ya son extraordinarias, si bien inteligentemente disfrazadas de
comunes. Pero nada de lo que sucede es común. Las simetrías, envueltas
en meras casualidades: el apellido que es el topónimo de la ciudad, los
tres cuartos propios del protagonista (el autobús en el que se
nutre su inspiración, el sótano en el que lee, y el oasis de cataratas
donde escribe). La anodina ciudad suburbial de Nueva Jersey que es cuna
de literatos señalados. La estructura, más sencilla imposible, siete
retazos para siete días de la semana. La envidiable vida sentimental del
joven, que ha encontrado de verdad a su alma gemela. Un torbellino
creativo de esposa, que le complementa milimétricamente y que puede
soliviantar ciertas sensibilidades de los modernos feminismos. Una
dimensión emocional cubierta modélicamente y sufragada con un modesto
salario municipal. Y el momento dramático , supremo para todo escritor, y
que no dirá absolutamente nada a los que salgan del cine pensando que
esto va de la vida de alguien.
Los cinéfilos de Jarmusch encontrarán a su
vez otras simetrías con películas anteriores, como corresponde a una
trayectoria tan longeva. Reconocerán la mirada a la ciudad, desprovista
de todo adorno, la reflexión metacrítica, el lirismo, aquí literal. Pero
esta vez, el artesano está menos solo que nunca. Adam Driver,
descubierto por la excesiva Lena Dunham para su serie icono Girls, se
ha convertido en el auténtico contraplano en la nueva generación de
actores que comienzan en la televisión o en películas de Sundance
aspirando secretamente a encabezar la próxima saga/precuela/secuela de.
Junto a él, una luminosa Golshifteh Farahani le da la réplica y le
alimenta con blanquinegros cupcakes.