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domingo, 7 de julio de 2019

SUR: LA NOVELA DE UN DÍA DE VERANO

No hay que dejarse engañar por los comienzos, ni por las sobrecubiertas,  ni por las sinopsis de editorial. La última entrega del autor de El camino de los ingleses no es una novela negra. No es tampoco novela de verano para rebozar sobre la arena. Por si acaso los adoradores de Fred Vargas querían probar algo nuevo. El cuerpo agonizante y cubierto de hormigas podría iniciar una intriga policial canónica, pero aquí es solo un cebo, la primera pincelada del fresco monumental que es Sur.
No debería haber ciudad sin novela, y sin duda, esta es la novela que Málaga merece,y con autor de la tierra además. Antonio Soler apunta a lo más alto y entrega un homenaje confeso a Ulises, la gran novela de Dublín, esa crónica de un  paseo  en un día soleado. Nada que objetar a un caballero de la Orden de Finnegans.
Pero lo de Joyce es solo un atisbo. Los veranos dublinescos son un jueguecillo al lado de los malagueños, y en ese día indeterminado de agosto el aire se puede respirar y la chaqueta no sobra. El calor de barriada no es un elemento de atrezzo, sino una presencia pegajosa y omnímoda, que confiere a la escritura cierta aridez de lija.
Antes que Joyce, de todos modos, está Cela. El censo final de personajes, mitad boutade, mitad necesario documento de consulta, remite de inmediato a La colmena, mosaico igualmente transversal de la supervivencia urbana. Y las puntillosas y largas escenas casi documentales de los usos y costumbres de los variados especímenes lumpen evocan las de Tiempo de silencio, y su pionero monologuismo interior.
No encontraremos en esta colmena rastro alguno del Silicon Valley malacitano, ni rastros de las sucursales museísticas y aledaños que han regalado a la ciudad una gentrificación de manual. Todos los ejemplares diseccionados con pericia a través de jerga y acciones están perfectamente adaptados a su nicho ecológico. Fiables guías de su terruño, sus diálogos entremezclados con pensamientos proporcionan una visión certera al lector forastero, visitante improbable. 
Pero hay que insistir en el engaño al que nos somete la ficción, toda ella. No es un relato criminal, pero tampoco es un cuadro costumbrista. Y la culpa la tiene el narrador. Un narrador entre experimental y convencional, pilar y conductor del rompecabezas. Un narrador,  un tono exigente y buscado, según se deduce de las afirmaciones del propio Antonio Soler. Su omnipresencia discreta se advierte desde las primeras líneas, introduciendo trama y personajes a modo de travelling cinematográfico. Sin puntuación separadora, conciencias de unos y otros se suceden sin pausa en el mismo párrafo, consiguiendo una inmediatez y una simultaneidad de acción inviables de otro modo. Los múltiples caracteres se destapan, se justifican, se cuentan a sí mismos, a los de al lado, a los de fuera, a sus familias, a sus compañeros de farra, circunstanciales o perennes, sin darse, sin darnos  respiro ni tregua ni relevo, durante la primera mitad de la obra. Hay muestrario donde elegir. Los retratos más acertados en su sordidez y desesperanza, los del desequilibrio mental. 
Después, un medido convencionalismo necesario hace avanzar las intersecciones en tal cantidad de dramas cotidianos.
Algunos echarán de menos más sabor local, aquí demasiado entreverado de ochenterismos generalistas. Pero esa era la intención del novelista, una razonable (y exitosa) universalidad de lenguaje y escenarios con los que sentirse cercano sea cual nuestro origen. 
Este narrador maestro se posiciona más cerca que lejos de sus personajes, alternando distancia irónica con puntillas de ternura. No es nada fácil acertar con la mezcla. No echaremos de menos cierto decoro, a la lopesca manera, y nos creemos la elaboración ambiciosa  que ofrecen algunos discursos. Agosto y cerebros agostados en una lucha por la supervivencia. El fracaso reiterado, las excusas del que cae para no levantarse, la némesis del pensamiento positivo. Algunos ecosistemas son como telas de araña, y dejan nacer, crecer, reproducirse, entrar, pero no salir. 

Sur, de Antonio Soler. Galaxia Gutenberg. 2018. 512 págs. 

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