cabra

cabra

domingo, 20 de febrero de 2022

CINE: DRIVE MY CAR (2021)


 Mucho hablamos de William Shakespeare como el gran intérprete de las pulsiones humanas pero, a un nivel más usuario de cotidianeidad, está claro que el que se lleva el título es el dramaturgo y cuentista ruso Anton Chéjov, santo patrón de los talleres de escritura, y un must en todas las temporadas teatrales. Son legión las adaptaciones en todos los formatos de sus textos más celebrados. La gaviota, Tres hermanas, El jardín de los cerezos y, sobre todo, Tío Vania, han calado excepcionalmente en un público burgués  que brega con el tedio y con la familia, ya sea en casas de campo o en pisos de ciudad. La historia de este hombre frustrado por todos sus poros ha servido también de catalizadora para la reflexión metaartística (véase Vania en la calle 42 de Louis Malle), pero siempre circunscrita a la interpretación occidental.

Por ello, esta magna obra de Ryûsuke Hamaguchi, que está arrasando en la cosecha de galardones 2021-22, incita a la curiosidad y al descubrimiento. La siempre de moda idiosincrasia japonesa también puede ser decodificada a través de los parlamentos chejovianos. O es que el ser humano proceda de donde proceda acaba sufriendo por las mismas cosas. De lo que no hay duda, es que tres horas de metraje son una ventaja a la hora de sumar capas a la reflexión. Tres horas que no se pasan en un suspiro, como publicitariamente han alegado todos los críticos menos uno , aun siendo una distribución temporal que se asemeja a la clásica en tres actos, al término de cada cual hay un punto de giro que insufla nuevo aliento a la trama. El primer acto se antoja excesivamente introductorio, algo que las sinopsis de la trama han entendido perfectamente, por más que los sucesivos descubrimientos hagan necesario volver a él.

Uno de los muchos méritos del director y guionista es el haber conseguido solapar con asombrosa sincronía el texto de Chéjov, más el de Murakami mismo con los eventos vitales del protagonista, un director e intérprete teatral que gusta de repasar sus textos mientras conduce, atendiendo a un ritual que le ayuda a sobrellevar su tragedia. Los personajes y sus cuitas cobran vida en un doble plano simbólico y material, desgranándose en el fraseo monótono de la cinta de cassette y en los ensayos de la obra misma en el marco de un festival teatral en Hiroshima, el verdadero germen de la historia. La vida imita al arte, una vez más, y el arte lo intenta con la vida, aunque quede algo artificial ese plurilingüismo en el que se sustenta la versión de la obra, que un espectador occidental será incapaz de captar.

El coche del título, un viejo Saab con el que el Yusuke mantiene un vínculo casi sanguíneo, es el espacio idóneo para desarrollar la relación  entre dos personas que irá evolucionando de lo laboral a lo personal, evidentemente. La imposición de una choferesa que le traslade desde su lejano alojamiento escogido adrede y la sala de ensayos supone un shock para él, y experimentamos su mismo sentimiento de intromisión en su intimidad. Sin embargo, el proceder casi robótico de la muchacha, que irá desgranando sus pizcas de humanidad escondida por el trauma, le convence de no renunciar a la escucha balsámica. Afortunadamente, la trabajadora no es una actriz frustrada ni hay conspiraciones cósmicas como en una hipotética versión estadounidense. El discurso chejoviano se destina más a hilvanar el nexo entre asuntos como la creación literaria, las relaciones de pareja, la traición, el duelo, la culpa, y en último término, la redención. Todo ello a través de una quietud, una serenidad y una evanescencia incompatibles con una conducción impetuosa con cambios bruscos o frenazos que hubieran descabalado esa delicada construcción discursiva. Y sirve además para aclarar la relación del protagonista con las del resto de caracteres, en especial el del joven actor al que escoge para hacer de Vania no por sus cualidades artísticas precisamente. Ahí radica la complejidad humana que tan fértil ha sido en la literatura contemporánea. Lo que lleva a querer trabajar con la persona que quebró su felicidad doméstica puede ser simple curiosidad,  deseo de cerrar etapas o la certeza de estar conectados. Sea como fuere, la larga conversación en el trayecto nocturno con la presencia casi invisible de Misaki es de lo mejor de la película, de una emotividad contenida apenas soportable. 

Título original: Doraibu mai kâ

Año: 2021

Duración: 179 min.

País: Japón

Dirección: Ryûsuke Hamaguchi

Guion: Ryûsuke Hamaguchi, Takamasa Oe. Historia: Haruki Murakami

Música: Eiko Ishibashi

Fotografía: Hidetoshi Shinomiya

Reparto: Hidetoshi Shinomiya, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe, Masaki Okada, Perry Dizon, Ahn Hwitae.

Productora: Bitters End, C&I Entertainment, Culture Entertainment, Asahi Shimbun. Distribuidora: Bitters End, The Match Factory

Género: Drama