La doctrina Parot , llamada así por el dirigente terrorista Henri Parot, supuso en 2012 una enorme polémica a cuenta de las revisiones de condenas a la baja que supuso la excarcelación, no solo del anteriormente mencionado, sino de numerosos reos condenados por variopintos delitos. En ese marco de crispación, a un nivel que ya quisiéramos nosotros, un anónimo justiciero comienza a liquidar a los hasta entonces agraciados. El penúltimo (siempre lo son) estreno español en plataformas digitales ha sido recibido con división de opiniones. Enmarcadas siempre dentro del fragmentarismo crítico que supone juzgar una propuesta de diez capítulos habiendo visto solo tres, el número habitualmente facilitado por las plataformas a los medios. Si uno quiere una panorámica completa, ha de recurrir a reseñistas aficionados y , en este caso, no ha habido muchos. Las primeras reservas obedecieron a la ruptura de lo que a finales del siglo pasado se denominó "horizonte de expectativas". El título escogido y el punto de partida de la trama situaban la historia en diálogo con otros proyectos muy estimables del mismo proveedor, como la serie documental El desafío: ETA (2020). Pero no. Sin afirmar tan rotundamente como otros que "hemos sido engañados", sí resultan un tanto discutibles ciertas decisiones creativas.Toca pues examinar el resultado bajo los parámetros del policíaco tradicional, y es aquí donde saltan las costuras. Y analizando los por qués, salta a la vista un problema similar que ha lastrado otras propuestas recientes de la competencia, como El desorden que dejas (Netflix).
La cosa se llama "verosimilitud". En referencia a la serie anterior, han proliferado hilos que desmenuzan las incoherencias sucesivas que desconcertaban al espectador, sobre todo el que no consume el producto del tirón. Es tentador aventurarse a lo mismo en estas líneas pero acecharían los espóileres.
Absolutamente inevitable es la asociación de la premisa inicial con Dexter (2006), uno de los ejemplos más palmarios de la necesidad de una muerte digna también para las narraciones por entregas, y es de temer que sea también, este mismo año, uno de los ejemplos más palmarios de la no necesidad de resurrección de dichas historias cuando ya están muertas y enterradas. Sale perdiendo, evidentemente, y no solo porque el vengador sea anónimo hasta casi el final y llegado el momento, carezca de la doblez irónica que hizo grande al poli científico de Miami.
Así las cosas, el peso de la trama es depositado sobre las frágiles espaldas de unos personajes trazados con irregular ambición. La pareja de inspectores (¿Habrá algún policía que duerma más de cuatro horas y utilice los fines de semana y tardes noches para cultivar sus aficiones?), interpretados por solvencia y calculado dramatismo por Adriana Ugarte y un reencontrado Javier Albalá proveen de contenido al verdadero dueño de la función, notándose demasiado quizá la voluntad del guion para que así sea. El aristócrata desatado en su psicopatía que entrega Iván Massagué exprime sus puntos fuertes pero no evita ciertos clichés referentes a la acumulación de maldades, lo que incide en la falta de verosimilitud de su venganza arrolladora. La sucesión de asesinatos queda como mero decorado a lo que, en paridad es un auténtico asedio a la cordura de una mujer. Una reedición doméstica del concepto de "luz de gas", que, según gustos, nos remitirá a la asfixiante película de 1944 o al reciente docudrama de Rocío Carrasco. En lo que es la columna vertebral de la historia, Isabel Mora, como la pobre mujer interpretada por Ingrid Bergman, es progresivamente despojada de su credibilidad como profesional y como ser humano merced a un intrincado plan. Gaslight, por cierto disponible en la misma plataforma para un interesante programa doble sobre salud mental.En este llevar tan al límite el sufrimiento destaca el secundario, o no, que compone Blanca Portillo, que en algunos momentos se erige en único motivo para no pausar el visionado. La reputada psiquiatra madre de la inspectora aporta el barniz científico a los comportamientos delincuenciales y basa su interés en la perpetuación del tópico, uno más, de la subversión del vínculo médico-paciente.
Como corresponde al contexto histórico-social, es esta una historia de mujeres fuertes que pugnan por sobrevivir en un mundo de hombres, variablemente competentes o colaborativos. Incluyamos también a la periodista carroñera libremente inspirada en individuos/as que podemos sintonizar cada día en nuestras pantalla, una eficaz Patricia Vico. No puede incluirse en este grupo a la pánfila hija adolescente de la inspectora, de comportamientos naïves a lo película de terror de los noventa.
PAROT (2021)10 episodios en Amazon Prime Video.