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jueves, 24 de marzo de 2022

MUNDO HORMIGA (2021)


Poco aliciente se ve a priori en el debut novelesco de Charlie Kaufman. Un mamotreto de más de 900 páginas. Una portada arisca. Un título que puede inducir a confusión con los documentales de la 2. Minucias. Lo que realmente debiera hacer desistir al lector de fin de semana en busca de obsequios epatantes o libros al peso es el concepto "de autor". Esa idea que ha prosperado en las cabezas del consumidor medio como sinónimo de exquisitez y exclusividad suavizadas lo justo para combinar con la idea antitética de "para todos los públicos". Esta no es una novela de autor. El autor es la novela. No saber quién es Charlie Kaufman, no haber visto El ladrón de orquídeas, Olvídate de mí, Cómo ser John Malkovich, Anomalisa, Synecdoche. Nueva York o la más reciente Estoy pensando en dejarlo le excluye fulminantemente como lector y muchísimo más como regalador. Vaya a por algún thriller que no ponga en duda su comprensión lectora. No se apene. Charlie no se hará rico con esta novela, fruto precisamente de la ociosidad obligada por el parón pandémico y el vuelco de las grandes productoras hacia las sagas de superhéroes. 
En el caso contrario, tampoco ha de cantar victoria. Aunque las cosas irán más fluidas, a medida que se vaya haciendo un organigrama mental, o de pared para no perder la conexión entre las decenas de tramas y subtramas que  nacen, crecen, se reproducen y mueren como las protagonistas de aquel anuncio  a lo largo de noventa capítulos afortunadamente cortos y profusamente dialogados. 
En el comienzo de todo esto, un desconocido e hiperculturizado crítico cinematográfico, autor de al menos 75 monografías y graduado de otros tantos estudios en las más prestigiosas universidades. Un hombre blanco heterosexual que sabe perfectamente muy consciente de sus privilegios y de la pérdida de hegemonía de los suyos. Un aspirante a aliado que se obsesiona con el lenguaje inclusivo. Un hombre de gran nariz que no es judío. Un padre ausente con una hija directora de éxito que le ataca a través de su blog megafeminista. Una hiperhiperbólica caricatura del autor, que vuelca todos y cada uno de sus intereses y referentes en la construcción babélica de una peripecia fuera de los límites del espacio y del tiempo. Este crítico constreñido por su trabajo en una escuela técnica acepta un encargo periodístico y se traslada a Florida, donde tiene como vecino a Ingo Cutbirh, un huraño afroamericano que se destapa como el creador silenciado de la mayor obra maestra del cine de todos los tiempos, y la más larga también. El vecino muere inesperadamente durante la proyección, y el crítico encuentra en la película ignota la oportunidad de salir ambos dos del anonimato, pero algo falla. Toda la película se pierde y tan solo queda un fotograma. A partir de ahí, un hipnotista le ayudará, o no, a recordar los tres meses de película, que evidentemente ya no será la de su creador primigenio sino la hilvanada por el destartalado palacio mental de B. ¿Y las hormigas? Al final del cuento.
La catarata de referencias heroicamente enumeradas por el traductor de todo esto dejan ver sin pudor ni medida las filias y las fobias de B. a.k.a Kaufman, utilizando de manera indistinta los nombres reales de los aludidos o meros sucedáneos. Desde una progresivamente agotadora insistencia en la autocrítica socarrona de cada uno de sus trabajos como guionista y director hasta su mal rollo con el mismísimo Christopher Nolan, que se cree muy listo. Sorprende quizá su admiración por Judd Appatow,destacado representante de la nueva comedia americana, con parecido sentido del humor pero con  la cabeza en su sitio. Wes Anderson le gusta a trozos, no como el desafortunado Turrantino, del que deplora su apropiación de la cultura afroamericana y su afición por la violencia adolescente. De entre toda la maleza, sin duda destacan todos aquellos fragmentos en los que B. desparrama su conocimiento enciclopédico  acerca del hecho cinematográfico en todas sus facetas y sobre  su propio proceso de visionado y de creación, ciertamente esperpéntico.
El exceso es sin duda la marca de esta sátira postcontemporánea. Más allá de la neurosis privativa del autor y que el proceso creativo se parezca más a abrir un grifo y dejar el agua correr, asoman ecos de la mejor narrativa del siglo XX. Esas enumeraciones caóticas tan presentes en Borges, y ese humor entre abstruso y enloquecido de las obras maestras de John Barth y William Gaddis, a las que parece homenajear incluso en el tamaño. Tomando como modelo la muy merecidamente reivindicada en estas páginas Más extraño que la ficción (Marc Foster, 2006), el recién iniciado periplo literario del bueno de Charlie incluye su negativa a facilitar una imagen para la contraportada, y su aparente desconocimiento, según su editorial española, de que esta edición existe. Nada sorprendente. Se afirma también que el heroico traductor de todo esto acabó cortocircuitado y hubo de retirarse a una cabaña en Asturias. Desde aquí le pedimos un "cómo sobreviví a la traducción de Mundo hormiga".

Mundo hormiga (Antkind), de Charlie Kaufman. Editorial Barrett, 2021. 944 páginas. Ilustrador: Isidro Ferrer. Traducción de Ce Santiago.