Aquellos heroicos espectadores que aguantan hasta el final de los créditos y los no menos heroicos que sestean viendo pelis de tarde conocen bien aquello de "esta película está basada en hechos reales".
Esta semana se ha hecho menos viral de lo que merecía, quizá debido a la feroz competencia, la reclamación de ciertos pagadores de una entrada para el regreso a los cines de Avatar porque pensaban que era Avatar 2. No caeremos en la falacia tuitera que empieza por "los mismos que..." pero tentador es un rato. La aproximación de Andrew Dominik a la novela de Joyce Carol Oates se está saldando con fenomenales y furibundas reacciones que le vienen muy bien en cuanto a audiencias y muy mal en cuanto a futuribles premios. Esta rubia no es mi Marilyn, exclama el octogenario Paul Schrader, dando voz a los indignados. Vaya visión machista, cuánta miseria emocional ante nuestros ojos. Tras el amable recordatorio de su identidad de versión cinematográfica de una novela, el ojo de Mordor se ha dirigido a la escritora, no una biógrafa aspirante a polemista sino toda una eterna candidata al Nobel. En un giro desopilante y más humorístico que el que le cayó en su momento a Margaret Atwood, se le ha llegado a reprochar a Oates que, en siendo fea, se atreva a escribir sobre una mujer guapa. Cero unidades de sorpresa en cuanto al nivel argumentativo de esta década del siglo XXI.
Así pues, comenzamos recordando que esta película es una libre versión de una novela que es una libre versión de los claroscuros de la biografía de una de las poquísimas personas para las que se creó el término "mito". No es aconsejable por ello, ir consultando Wikipedia durante las dos horas y cuarenta y siete minutos de metraje, igual que estan haciendo ustedes con las dos series de moda y sus árboles genealógicos. A pesar de eso, no hay revista ni magazine de entretenimiento que no haya publicado su correspondiente artículo enmendando la plana al director y guionista.
Pasemos a lo que importa. Blonde es una obra artística de calidad. Sorprendente en su apariencia de pesadilla desenfocada, una muestra excelente de lo que supone el punto de vista en una narración cinematográfica. La cámara no enfoca a Marilyn sino que se inserta dentro de lo más profundo de su ser y deja vía libre a la expresión, al sufrimiento, a la alucinación. Este planteamiento lógicamente molesta a quien esperaba un biopic de los que se llevan los óscares y los globos de oro y los brit awards. Dicen los entendidos que Ana de Armas muy injustamente no olerá ninguno. Los que dan los premios sabrán. Su encarnación de la diosa abarca todos los matices y expresividades. Sale ganando incluso en personal confrontación con los planos reales rescatados de la misma Monroe en estrenos y promociones. Más leña a la confusión entre vida, verdad, cine y literatura para los apóstoles de lo literal.
Formalmente,decimos, es una cinta ambiciosa, de una calculada ambigüedad traducida en el uso alterno del color y del blanco y negro, más allá de la simbología evidente en cuanto a representación de felicidad/angustia. De hecho, es lo contrario,como demuestran la narración de uno de los pocos momentos de equilibrio vital en su relación con Charles Chaplin jr y Edward G. Robinson jr. (Qué mentirosos Dominik y Oates, solo fueron tres amigos. Lo dice Esquire)
Quizá lo que moleste sea la imposibilidad de resignificar a Norma/Marilyn como improbable icono feminista, al estilo de Frida Kalho. Norma Jean y todas las Normas que poblaron el mundo occidental en esas décadas previas a la primavera sesentera, únicamente jugaron las cartas que la naturaleza les dio para salir adelante. Una naturaleza que se cobró en sangre el precio. Dos violaciones y tres abortos aparecen en el metraje.
Quizá lo que moleste sea el retrato de una Marilyn que nunca supo dejar de ser Norma Jean, pivotando su existencia privada en torno a un padre ausente, muchacha ingenua que llama daddy a sus parejas y que acaba engañada y burlada por sus únicos amigos. La estrella que osa decir que lee a los rusos y aspira a hacer teatro porque en el cine los personajes le parecen hechos a trozos se choca con las miradas, las risotadas y los aplausos de recurrentes figuras masculinas siempre encorbatadas. La chica huérfana que se divorcia del astro del deporte por no dejarla ser Marilyn y que implora al dramaturgo que no la obligue a ser esa de nuevo. La despoblada de afectos que fantasea con sus hijos nonatos y se pregunta a sí misma "no me harás eso de nuevo", antes del segundo aborto. ¿El destrozo moral ante tanta pérdida transmite un mensaje antiabortista? Y si así fuera,¿ sería un demérito artístico?