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domingo, 5 de marzo de 2023

CINE: ELLAS HABLAN (2022)


Un homenaje a la imaginación de las mujeres. Este es el leiv motiv con el que se presentó hace un par de años Women Talking, la segunda novela de la canadiense Miriam Toews, que se ha hecho un hueco entre la narrativa contemporánea de prestigio, publicada para el mundo hispanohablante por la siempre atractiva editorial mexicana Sexto Piso. Con este lema comienza también el largometraje homónimo dirigido por la otrora musa del cine independiente norteamericano con el que tantos universitarios gafapastas debutaron en la cinefilia de los noventa. 

Un punto de partida para no olvidar durante el transcurso de la historia, pues, aunque basada en tremendos hechos reales, solo toma de ellos la acotación inicial acerca del qué y el quién. El cómo ya difiere, y el dónde y el cuándo son directamente eliminados en favor de una indeterminación nebulosa que nos remite a  la universalidad y la atemporalidad, y elimina la idea balsámica de "eso ahora no pasaría", o "eso, en mi entorno, no pasaría". Sin olvidar la inclusividad del título original, desgraciadamente perdida en la traducción "Ellas hablan". 

La relación entre mujeres y habla ha sido construida desde el prejuicio milenario. El estereotipo de mujer que no calla o que solo abre la boca para criticar persiste en nuestras generaciones más jóvenes. No de otra manera se ha hecho necesaria la promoción del concepto de "sororidad", frente a la no menos estereotipada sana camaradería masculina. La adaptación de Polley es un canto muy consciente pero anacrónico a esa alianza que amaga por brotar entre esas mujeres que hablan, de manera harto elocuente a pesar de que se les ha negado el derecho a la formación más básica. Para los prejuiciosos, la película es eso, hora y cuarenta minutos de mujeres que hablan, bajo la inmortal regla de las tres unidades. Es de imaginar por tanto, una versión dramatúrgica que complete la tríada de éxito.

Una conversación apasionada en el piso de arriba de un granero, acerca de un solo dilema, quedarse y luchar, o irse, que debe terminar al anochecer de ese día. El único hombre en la habitación, y en la pantalla es August, el maestro y, como le esputan en algún momento, granjero fracasado, hijo de exiliados de la colonia, que vuelve para cambiar las cosas y porque está enamorado de Ona, una de las mujeres violadas y la que peor parte se lleva, al quedarse embarazada siendo soltera, y a la que Rooney Mara aporta firmeza y ternura. Además de un impactante plano inicial. Ben Wisham, en un rol muchísimo más contenido y compungido que en la fenomenal serie británica Esto te va a doler, cristaliza otro de los puntales ideológicos de la discusión, ese "no todos los hombres" hace ya tiempo convertido en meme pero no por sobado menos cierto. Hay que reconocer aquí la inteligencia del guion, al igual que en momentos de suma duda, como si dejar o no que los adolescentes las acompañen. La defensa razonada que hace de ellos el maestro será sin duda compartida por todos los que desempeñan este sufrido oficio.

La imaginación femenina marca no solo la ética sino también la estética. Los hermosos planos aéreos y a ras de hierba, las secuencias de niños y niñas jugando juntos, el improbable personaje trans, son solo una fantasía. El choque con la sangre, los golpes, las palabras de los ministros, la escuela vetada, es la realidad. La decisión de situar el culmen narrativo cuando el sol se ha ido, en un lugar que ha renunciado a la electricidad, hace que confluya la oscuridad en la que sobreviven esas mujeres después de los ataques, y la de la noche última que promete un nuevo día. Una negrura quizá excesiva para una sala de cine, amplificada por la partitura hipnótica de la islandesa Hildur Guðnadóttir.

Pero, al fin y al cabo, esta es una película de tesis. Y como tal, cae en la tentación de reiterar sus líneas maestras al espectador, que, no olvidemos, ya acude convencido. Se advierte, por tanto, cierta ansiedad y mucho esfuerzo en no dejar resquicio al cuestionamiento. Los caracteres que ejercen la contraparte, la de quedarse y luchar o quedarse y perdonar, están condicionados por la narrativa hegemónica de la colonia. Es el caso de Mariche (Jesse Buckley), una esposa maltratada que aguarda el regreso fatídico de su marido con una resignación digna de Solo ante el peligro y que vomita su rabia ante las que osan mostrarse vulnerables. Y, sobre todo, la casi silente y por ello demoledora aparición de Frances McDormand, a la sazón productora, junto con Brad Pitt. Aquí, con apenas unos minutos esparcidos por el metraje, llena la pantalla de una sentenciosidad contundente, implacable, emparentada con la Bernarda Alba lorquiana. 

Las exaltadas intervenciones de las veinteañeras y treintañeras encuentran su equilibrio en los parlamentos de las dos mujeres mayores, no ancianas aún, pero que se intuyen omitidas por los atacantes. Son ellas las que dan el punto de sensatez a la decisión que están a punto de tomar. El elefante en la habitación, o granero, que tensa desde el inicio el principio de verosimilitud (a dónde van a ir/las van a dejar irse), se va desvaneciendo en favor de la emoción y la épica.

TÍTULO ORIGINAL: Women Talking

AÑO DE PRODUCCIÓN: 2022

PAÍS:EEUU

DIRECCIÓN: Sarah Polley

GUION: Sara Polley, Miriam Toews, basado en la novela Women Talking, de esta última.

MÚSICA: Hildur Guðnadóttir

FOTOGRAFÍA: Luc Montpellier

REPARTO: Rooney Mara, Claire Foy, Jesse Buckley, Ben Whisham, Frances McDormand,  Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod.


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