cabra

cabra

martes, 26 de marzo de 2024

UN MANICOMIO EN El FIN DEL MUNDO


 En la casi inabarcable lista de gestas humanas, las expediciones polares ocupan un lugar estelar por su misma esencia de aventura radical, experimentación con los límites geográficos y de resistencia física y mental. El colectivo es a la vez fuerza y fragilidad, y normalmente la gloria y el honor de nombrar estrechos y bahías se la lleva solo uno. El oprobio también. Esta primera obra del periodista especializado en viajes Julian Sancton es valiosa no porque lleve el marchamo, muy cuestionado últimamente, de recomendado por el NYT, sino por descubrirnos la posiblemente más documentada travesía de esta índole. Mucho más que las célebres de Franklin y Shackelton, anteriores en el tiempo y convenientemente aludidas en estas páginas. La aventura del Bélgica en los hielos antárticos se emparenta con la segunda en el final moderadamente satisfactorio y en el tortuosísimo proceso de liberación que resulta solo por una carambola del destino, o del deshielo. 

El manual de instrucciones de la crónica periodística de nuestros días aconseja cierta dosis de biografismo autoral. Algún excursos acerca del cómo se hizo, cómo llegó el cronista a saber del asunto. En este caso, pandemia mediante, Sancton aprovecha una renovada versión del “manuscrito encontrado” en forma de profusos diarios de a bordo escritos por gran parte de la tripulación del barco. Un hallazgo inaudito también por la expresividad y contundente realismo de sus páginas, que conforman una visión realmente caleidoscópica de los infortunios que padecieron. A los que escribimos en la moderada placidez de nuestras vidas pequeñoburguesas nos asombra la capacidad de esos seres sufrientes de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que les acontece bajo la completa incertidumbre de si servirá de algo. 

Dado que el final ya se conoce/ puede ser consultado en Wikipedia, el toque de suspense es ofrecido desde el inicio, con una misteriosa reunión entre un médico de pasado aventurero encarcelado por fraude y cierto noruego célebre con el que rememora la expedición en la que ambos coinciden. 

La historia es, desde luego, sugestiva de por sí. Un cóctel multivitamínico que nace del empeño de Adrien de Gerlache por llevar el nombre de su país y el de su noble familia hasta los confines del mundo. Con el narcisismo imprescindible para meterse en estos berenjenales, el joven Adrien sufre desde el principio para conseguir patrocinadores y el favor de su rey, el infausto Leopoldo II, más interesado como sabemos en exprimir su porción de África. 

La utilización expresa del término “manicomio”(madhouse en el original) puede resultar poco inclusiva para cierto tipo de lector pero por completo adecuada. No solo por las variopintas y estragadas personalidades que conviven en el barco, más de un año confinadas entre los hielos, sino por los efectos de dicha reclusión en un contexto hostil en extremo. Efectos sobre la mente y el cuerpo que son diseccionados al detalle y en riguroso directo por el médico con el que empezamos la historia, el doctor Cook. La noche polar está de vuelta a las pantallas gracias a la nueva entrega de True Detective, y su opuesto el día eterno destruía el raciocinio de Al Pacino en Insomnia. A bordo del Bélgica, abandonado su proyecto de llegar al Polo Sur magnético, la luz solar se torna en obsesión y pócima curativa para todo. Las alucinaciones y los desbarres de la marinería, agravados por la dieta enlatada y su amigo el escorbuto son prolijamente descritos y hacen múltiples prisioneros. Menos uno, el noruego anteriormente mencionado, un tal Roald Admunsen, debutante en estas lides. Los divergentes caracteres  del capitán belga y su némesis nórdica proporcionan entretenidos duelos dialécticos en persona y por correspondencia. Las escenas de caza nos salpican de sangre y se siente el sabor de la carne cruda de pingüino que la tripulación consume obligada por Cook para curar el escorbuto. Si bien parece que la comida nunca falta, a tenor de los banquetes que se celebran periódicamente, y el frío pasa desapercibido aun con las calderas del barco apagadas. Al fin y al cabo no son Los Andes.  Bien provistos en lo material,  carentes de esa tan elogiada hermandad que conserva la cordura a treinta grados bajo cero. 

Un manicomio en el fin del mundo: el viaje del Bélgica a la larga noche antártica. Julián Sancton. Traducido por David Muñoz Mateos. Capitán Swing, 2023. 384 páginas.