cabra

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martes, 17 de junio de 2025

SIRAT: insolación o epifanía


Título original: Sirât

Dirección: Oliver Laxe

Guion: Oliver Laxe, Santiago Fillol.

Año: 2025

Duración: 114m

Producción: España-Francia

Música: Kangding Ray

Fotografía: Mauro Herce

El estreno en salas de lo nuevo de Oliver Laxe está siendo un cursillo acelerado de mercadotecnia audiovisual. Prometiendo ser la obra "más accesible" del director, al igual que lo era La favorita en el curriculum de Yorgos Lanthimos, y bajo el robusto paraguas de Movistar + y El Deseo, añádase la muy agraciada omnipresencia mediática del autor en prensa, radio, podcast y televisión (aunque en La Revuelta prefirió ver a su actor principal desde el tendido). Es sin duda el precio a pagar por la ampliación de tu público objetivo, y, en este caso, un precio arriesgado por la apuesta total  a la fusión entre autor y obra. Así, hemos sabido que Oliver lleva deprimido desde los seis años, de su privilegiado y no negado contexto socioeconómico, de su admiración por el Islam, de su recónditas exploraciones, además de verle con progresiva soltura en clases magistrales acerca de las costuras de su película. Ya lo hizo J. Bayona con La sociedad de la nieve, a riesgo de cercenar  el lícito espacio de interpretación personal al que cada espectador tiene derecho. Esta sobreexposición habrá seducido a un público de más amplio espectro, y más de uno ha salido escaldado de la experiencia. Es la tesis del interesantísimo artículo de Miquel Echarri en El País: https://elpais.com/icon/2025-06-13/ver-una-pelicula-para-pasarlo-mal-el-fenomeno-de-sirat-y-el-exito-del-cine-de-la-crueldad.html

Así pues, en el improbable caso de no haberse cruzado con Oliver ni en un reel de Instagram, aquí van algunas claves de Sirât, sin el ominoso subtítulo del cartel español. 

La trama, típica y sencilla, apenas una mera excusa para poner en marcha el cotarro.  Unas líneas acerca del sentido del título, unas manos colocan altavoces gigantescos en la arena del desierto. Sergi López como único actor profesional da vida a Luis,un padre con nombre de padre que busca a su hija desaparecida en las raves de Marruecos. Le acompaña su hijo Esteban, un niño con nombre y alma de viejo, el único punto de luz entre la marabunta de almas errantes. La buscan a la antigua, foto en mano, y los conocemos in medias res.  Desconocemos su contexto y sus coordenadas espaciotemporales, porque no importan. Se internan en la fiesta, deambulan entre los cuerpos en perpetuo movimiento, mecidos en una semiinconsciencia que, aparentemente, es su forma de estar en el mundo. Secuencias magnéticas y música hipnótica en las que el espectador se subsume. El tiempo pasa y se detiene a la vez. Cuatro integrantes del evento se separan para tomar el sol en una colina, y son abordados por Luis, sin éxito. En el culmen del rito, o quizá ya en su decadencia, irrumpe el ejército para desalojar el lugar, una guerra se avecina. La evasión romántica interrumpida. Todos acatan menos los cuatro de antes, que salen de la caravana en busca de la siguiente fiesta. A ellos se les acoplan Luis y su hijo, y comienza una persecución a lo desconocido en la que la cadencia de los desplazamientos, las luchas entre los neumáticos y la arena, el rugido de los motores, la omnipresencia de la música electrónica, las desgarbadas y mutiladas apariencias físicas, la escasez de agua, son de estirpe madmaxiana. Sin el glamour postpunk y con una construcción gélida de personajes, que no se esfuerzan nada por explicar su particular concepto de ciudadanía. Levemente inquietos por las noticias del exterior, apagan la radio y punto.

Este grupo improbable de fugitivos experimenta un esperable acercamiento tentativo toda vez que van al mismo sitio. El niño Esteban haciendo labor de zapa para agujerear los muros de ambos lados. un angustioso periplo por las cordilleras del Atlas y el previo de Los Monegros (Oliver lo cuenta muy bien) y....la bofetada más nítida que se recuerda en el último cine español. Excesivo o no, innecesario o pertinente, lo es desde luego para que Luis emprenda su propio trayecto por ese puente que une el paraíso y el infierno. Sumando otra capa a la trama de contrastes, los mismos ojos que eran incapaz de dejar de mirar en la primera hora de metraje se apartan con cada paso de los desnortados fiesteros. Transición modélica de lo costumbrista hacia lo onírico.  Qué es real, desde cuándo puede no serlo. A Boyero le ha gustado. En pantalla grande. 


miércoles, 4 de junio de 2025

UNA NOVELA PARA LA FERIA:La península de las siete casas vacías, de David Uclés.

 

 


Quien acuda en fin de semana a la recién inaugurada edición de la Feria del Libro de Madrid y no coincida con David Uclés es que se ha equivocado y ha ido en martes. La sorpresa literaria del año 2024, compitiendo en resonancia y extensión con Los escorpiones de Sara Barquinero, es la novela que al aún joven autor de 33 años se le apareció a los 19 y que tardó 15 en cristalizar. La intrahistoria (también somos hinchas de Unamuno) de esta por medios y autor nombrada “novela total” es tan pedregosa y maratoniana como la obra en sí. La trayectoria vital de David desde sus conciertos callejeros en París y Santiago de Compostela y del tibio Odisto en su odiseico periplo de vuelta a casa son parejas. Si el atribulado padre de familia numerosa menguante consigue retornar a su pueblo gracias a la generosidad de muy diversos seres por mar y tierra, el autor de sus días fue dando forma a su idea junto con su multidisciplinar trayectoria artística y aprovechó bien sendas becas de creación para ir más allá de la consabida documentación y confeccionar su sensorial propuesta. 

 Siendo rigurosos, es de justicia reconocer que esta ambiciosa empresa literaria es un puente robusto entre el best-seller orgánico y la narrativa con pretensiones.No se esconde,no inventa nada pero todo en sus páginas tiene una pátina de novedad, de propuesta estilística semienterrada en el siglo pasado, que cala en un público de ese segmento de edad que ya empezó a sufrir el desdén escolar por los clásicos.   Respecto a la cuestión del realismo mágico, causa cierta estupefacción el hecho de haber dejado la lectura de Cien años de soledad en la página 30 "para no contaminarse", una vez decidió que quería hacer eso mismo pero con la historia contemporánea española. Según esas mismas declaraciones, curiosamente a un medio extranjero, nuestro bohemio autor la retomó una vez finiquitada su obra. Nada dice de algún tipo de seguimiento a Isabel Allende, aunque fuera del jaez de cierta miss noventera con el recién fenecido Vargas Llosa. Jándula es Macondo pero es más Mágina, de su paisano Muñoz Molina.  Y Saramago y su balsa de piedra, reimplantada con grapas. Es una suerte de nivola 2.0 con doble tirabuzón y mortal atrás que pone al mismo nivel  (ya se sabe, el de Dios)y casi en las mismas escenas, a don Miguel con el narrador-autor omnipresente e insidioso que ha dado tanto que hablar. Otra resurrección afortunada. Un narrador todopoderoso que no esconde sus impulsos y apetencias, que exprime su inmenso margen de maniobra, que se deleita en recordarnos cada poco quién es el chef ejecutivo de este larguísimo menú degustación, que dinamita la separación canónica en la que insiste todo docente de Literatura. Lo tomas, o lo dejas. 

 Que no es una novela histórica es evidente. De nuevo el autor ha salido a la palestra para reconocer, en un inédito afán de transparencia, que apenas sabía del periodo sobre el que fabula. Una "captatio benevolentiae " de manual, tan exitosa como las de los entrañables clérigos poetas del Medievo.  La minuciosidad puntillista con la que cada suceso histórico se engarza con la correspondiente imagen mágico/onírica eleva y sorprende, pero también agota y distrae. Muy consciente es, por ello, la inclusión al principio de cada capítulo de tenebrosas citas o declaraciones reales que atenúan la hipérbole y el cromatismo en los que vive instalado el relato. En un ejercicio muy logrado de ¿Qué hubiera pasado si...?, abundan los cameos de personajes históricos, algunos simpáticos, otros recurrentes, otros con escasa justificación. Afortunados son los intercambios dialécticos entre el narrador-autor de la novela y el autor/narrador hegemónico de la contienda bélica,ya saben quién. Ojalá Iberia.

David Uclés: La península de las casas vacías. 2024.Siruela. 700 páginas.