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miércoles, 11 de octubre de 2017

CINE: MADRE!


De vez en cuando los mosquitos siguen picando en octubre, y una película nos refresca el manoseado concepto de “cine de autor” y la imposibilidad de juzgarlo con los mismos parámetros que a las sagas de sustos palomiteros. El estreno de Madre!, traducción sorprendentemente literal para un país acostumbrado a los títulos explicativos, no defraudó las expectativas de los que sabían con quién se jugaban los cuartos. Una de terror manufacturada por el autor de Réquiem por un sueño y Cisne negro, que ya eran en sí mismas retratos de vidas terroríficas. Sí defraudó a los que desconocían la imposibilidad de la equidistancia con Darren Aronofsky.
Sin embargo, no es positivo que una historia necesite de tantas exégesis previas y posteriores por parte de su creador y de sus seguidores, acérrimos y apasionados sin necesidad de banderas. Fracasados los intentos de sinopsis sin desvelar los giros argumentales, hay en la blogosfera interpretaciones para todos los gustos y niveles. Bíblicas, panteístas, biográficas. Que los personajes carezcan de nombre invita a entender la película como una gran y enloquecida alegoría, dentro de la que uno puede focalizar en el que más guste o repela. Es muy sugerente que Él (HIM), interpretado milimétricamente por Javier Bardem, sea poeta. Un poeta que recorre todas las fases de la creación poética, que experimenta epifanías, arrastra masas y cura almas con su palabra. Algo anacrónico en estos tiempos de novelas históricas y textos de autoayuda. En plenos fuegos artificiales, enfilando ya el desenlace, es imposible no acordarse de Paterson, el humilde poeta amateur de lo cotidiano que nos presentó Jim Jarmusch la pasada temporada. No caben dos aproximaciones más dispares al hecho poético y sus aledaños. Bardem construye un vate romántico, aspirante a la inmortalidad y marcado por su creencia de haber sido elegido.
Sumergidos en una historia clásica a retazos que es ante todo una propuesta estética, se deslizan algunas incongruencias para los amantes o obsesos por la verosimilitud. Por ejemplo, la cantidad de ejemplares que Él ha debido despachar de sus poemarios para disfrutar de semejante mansión. Por ejemplo, el que a su fiel y admiradora esposa, y albañil, y fontanera, se la denomine “Inspiración”, siendo como es una musa en barbecho hasta que hace honor al nombre oficial del personaje.
Y si todo esto no es suficiente, o demasiado excesivo, quedémonos únicamente con Michelle Pfeiffer. Un regreso a lo grande que da miedo, mucho miedo.

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