En Europa esto no pasa. Aquí, las naves de Amazon están confortablemente comunicadas. Sus trabajadores salen en anuncios agradeciendo a la empresa la oportunidad de sus vidas. Viven en pisos con baño y agua corriente, y no tienen que añadir a la sandwichera una botella vacía para orinar porque tienen descansos para eso. En Europa no pasa esto. Igual que cualquiera que haya entrado en un McDonalds continental y en su tierra de origen sabe que no parecen el mismo sitio. En Europa no tenemos tanto espacio para aparcar la furgoneta y vivir a nuestro aire. De todos modos está prohibido, por más que algún youtuber errante de los de financiadme mi sueño de libertad aparente desmentirlo.
Entretanto, una cineasta china educada en Gran Bretaña se erige a lo largo de sus tres largometrajes en la voz más representativa de esa parte de América que se ha arrogado el uso del locativo y que en Europa menospreciamos por habernos regalado cuatro años de Trump. Chloé Zhao, menospreciada a su vez por el gobierno chino debido a su insuficiente patriotismo.
De La La Land a Nomadland, el camino de los Oscar es inescrutable. Quizá en otro año menos apocalíptico, este retrato semidocumental que continúa la exploración antropológica de The Rider hubiera seguido la misma senda de reconocimientos independientes y ya. También puede ser que la tendencia de las estrellas a invertir en outsiders fructifique. Por los mismos premios compite Minari, producida por Brad Pitt. En el caso de la obra de Zhao, Su protagonista excelsa Frances McDormand figura también en los créditos de producción. y parece una inversión segura, a tenor de las quinielas que le otorgan su segundo premio a mejor actriz en tres años, el tercero en su carrera.
Al igual que en The Rider, reseñada aquí, https://elninocabra.blogspot.com/2018/10/cine-rider-2017.html, la óptica del extranjero no es la adecuada para abordar las complejidades de un modo de vida que nos perturba por mostrarnos lo mucho de prescindible que hay en el nuestro. "Fern forma parte de la tradición americana", explica la comprensiva hermana a unos invitados. "Not homeless, houseless", se defiende la protagonista en otro momento de la compasión de una niña. Pero, ¿hasta qué punto el individuo elige la carretera, o el rodeo, o es la familia, el ambiente o el sistema en toda su evanescencia el que le empuja y le convence de que la decisión ha sido suya?
Sin tomar tanto partido como algunos comentaristas afirman o desean, sí es clarificadora la decisión de contar la historia con una mayoría de nómadas reales, que reproducen en la pantalla su peripecia y circunstancias. Esta decisión creativa fue vertebral en The Rider, cuya sencillez narrativa permitía la ausencia de intérpretes. Pero en esta ocasión, Zhao necesitaba un profesional capaz de sostener el plano a McDormand. Con este cometido cumple con creces David Strathain, bastante más que un secundario de lujo, bregado como su partenaire en cine, televisión y teatro, premiado a lo largo de décadas.
Y el paisaje, invocador y evocador. La vastedad de las llanuras del medio oeste no es algo que nos sorprenda ya, pero sí su capacidad perenne de atracción. Incomprensible para el mediterráneo necesitado de mar y para el manhatannita, que observa con desdén un constructo sociológico de calado como el mítico Wall Drug y pregunta a Fern quién podría querer vivir allí. A lo que ella responde que hay sitios peores. No podemos más que asentir, sobre todo si conocemos Manhattan.
Es curiosa la coincidencia con la otra gran candidata de este año, la anteriormente mencionada Minari, en cuanto a la elección del paisaje como canal narrativo, casi con las mismas coordenadas espaciales. Si allí los ochenta parecen los cincuenta en cuanto a la ausencia de elementos de progreso; en la obra de Zhao la carretera y el automóvil procuran las oportunidades. Más allá de la manoseada Ruta 66, los estados interiores de la Unión disponen de kilómetros infinitos que enlazan praderas, sucesos históricos, parques nacionales, centros turísticos y, ahora, naves de multinacionales. Las panorámicas desde la ventanilla, junto con el piano de Ludovico Einaudi en su eterna partitura, confieren momento de intensa emotividad. Fern escoge dejar su pasado atrás cuando aún era un presente agonizante, y no vemos en ella poses de dama en apuros ni tampoco arrebatos a asociabilidad. Disfruta de su soledad y la adereza con trazos de compañía. Contrariamente a alguno de los errantes, mantiene lazos familiares y aún es capaz de crear amistades. Vivir en la carretera se asume en su completa literalidad. Vivir en el aparcamiento de la empresa, como no pocos cachorros de las tecnológicas en el muy adelantado y liberal (en el sentido USA de la palabra) San Francisco. Y qué decir de los nómadas del transporte público que por allí pululan, gentes con trabajo pero incapaces de pagarse una habitación por mor de los disparatados precios y que pasan las noches dormitando en los asientos de los autobuses nocturnos. Así que menos prejuicios con estos desposeídos contemporáneos. El liarse la manta a la cabeza y apretar el acelerador es sencillo en una nación que ofrece pensiones de birria pero ignora lo que es el edadismo laboral. Casi como Alemania, oiga.
Las Badlands, la tierra baldía de TS Eliot, tierra de paréntesis en el camino a la California soñada.
Nomadland (2020), basada en Surviving America in the Twenty-First Century, de Jessica Bruder.
Dirección y guion: Chloé Zhao.
Nacionalidad: EEUU
Duración: 108 minutos
Reparto: Francesc McDormand, David Strathain, Linda May, Charlene Swankie, Bob Wells, Gay DeForest, Patricia Grier.
Música: Ludovico Einaudi
Fotografía: Joshua James Richards.