HAMNET, de Maggie O´Farrell
Cuando uno indaga acerca de la considerada como segunda mejor novela de 2021 por el suplemento literario más leído (si es que eso existe), la búsqueda más recurrente es si lo que se cuenta en ella es verdad. Y parece ser que sí, pero la curiosidad solo nace a medida que sus páginas avanzan. Extremadamente difícil en estos tiempos es renunciar a toda información previa, a leer la sinopsis de la contracubierta, a los títulos de las reseñas, dejarse sorprender, en definitiva. En este caso, diría que es casi obligatoria la renuncia. Diría, incluso, que la novela será más disfrutable cuanto menor sea el conocimiento enciclopédico del asunto. Algo raro de ver, sin duda. Solo así la inteligente decisión de la autora irlandesa de reviste de pleno sentido. De esta manera, lo que se nos cuenta en un ejercicio magistral de equilibrio entre el mundo real y los cuentos de hadas es el proceso de un duelo, una historia de renuncias y un retrato delicado, emocionante y documentadísimo de la vida doméstica en la Inglaterra rural del siglo XVII.
El protagonista no es ese famoso dramaturgo de cuyo nombre todos se han acordado. Considerarlo de otra manera es omitir la intencionalidad del punto de vista. La figura paterna que entra y sale de las vidas de los personajes no es nombrada nunca. La maestría en su construcción radica en que,a través de sus acciones, de sus palabras, de sus pensamientos, va brotando en el ilustrado lector la evidente similitud. Y, en este sentido desemboca el relato, claro está. Sin embargo, que luego el lector haga sus comprobaciones o no, debiera influir bien poco en el regusto final.
El pequeño Hamnet es ejemplo evidente de lo que Don Miguel de Unamuno llamó la "intrahistoria". Su peripecia vital no deja de ser extraordinaria a pesar de que las vicisitudes del siglo la hicieran desgraciadamente común. El juego entre lo que pasó, lo que sabemos, lo que el narrador cuenta y lo que la autora imagina está trenzado con enorme maestría. A través de la alternancia de planos temporales, se exploran los dificultosos contextos vitales que perfilan el carácter de los personajes. En una campiña onírica, alejada del bullicio y del peligro de las nacientes ciudades, crece Agnes, la madre de Hamnet, que siempre fue diferente. Es ella, y en ella muchas mujeres, la verdadera depositaria del relato. Un espíritu libre que se resiste a ser amoldado por los que le rodean.
No hay asomo de sentimentalismo y cursilería, que parecen ser cosustanciales a las historias con raíz rural. Ahí está, por ejemplo, el hit Yo canto y la montaña baila, de Irene Solá. Hamnet no es ningún ejercicio de nostalgia de laboratorio para urbanitas, ni necesita dar voz impostada a animalillos para transmitir el aura de una naturaleza que mantiene con el ser humano una relación de beneficio mutuo.Siendo esta una historia de interioridades, cada vez que el narrador sale a tomar el aire, la sencillez y el rigor, y un cierto y necesario toque de humor impregna sus palabras. Ahí están de muestra la relación de Agnes y las plantas y la clarividente explicación de la llegada de la peste a las islas. Demoledora relación entre causa y efecto en personas normales que hacen su vida ajenas a lo que se les viene encima. Que cada cual haga su propia lectura más o menos contemporánea.
HAMNET, de Maggie O´Farrell. Traducción de Concha Cardeñoso. Libros del Asterioide, 2021. 350 p.
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