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domingo, 26 de mayo de 2024

CINE DE 2022 EN 2024: LA MESITA DEL COMEDOR


Lejos de focos deslumbrantes y alfombras rojas, el cine español esconde cada temporada un número no desdeñable de obras que logran el milagro de su rodaje pero no el de la distribución en salas. O, si los astros se conjuran, obtienen una pírrica semana, como el flagrante caso de La espera, sin plataforma que la quiera aún. Así, pasan al almacén de lo ignoto, como esas pinturas languidecientes en los fondos de los museos, o peor aún, en un puerto franco de alguna ciudad noreuropea. Allí pueden permanecer para toda la eternidad si las redes, oráculo de nuestro tiempo, no avisan de su existencia en forma de mensaje admirado y estupefacto por el tesoro descubierto. 
El 22 de noviembre de 2022, según Filmaffinity, se estrenó en salas la segunda película del director catalán Caye Casas, La mesita del comedor., una comedia de horror. Otras fuentes afirman que ni siquiera eso. En la web de referencia Taquilla España no figura entre las 492 películas españolas según recaudación proyectadas en alguna sala en algún momento de dicho año.  La paradoja de Antares, igual de estimable y desconocida, ocupa el puesto 411.  El mismo Casas, una vez resucitada su obra, no se ha privado de airear rechazos como el del Festival de Sitges, el ecosistema natural del género en nuestro país. 
Y de repente, un tuit de Stephen King, nada menos, y nadie se atreve a presumir de que ya conocía."The Coffee Table".  Y después del tuit, días de ansiedad e incertitumbre por tener acceso, en su país de origen a "la película más negra que jamás habrás visto", y "el sueño más oscuro de los hermanos Coen".  Y después, Filmin, que aparentemente ya la tenía apalabrada, adelanta su estreno en lo que va a ser una de sus adquisiciones más rentables. Sí, los prescriptores siguen existiendo.
La pregunta, ya respondida en múltiples foros, evidentemente: ¿Es para tanto? La respuesta, bastante compartida, es que no. Cualquier espectador que haya asistido a un taller de escritura. y también los aficionados al corto sabrá que no todas las historias dan para un largo o una novela.. Esta es una de ellas. Contiene además, todos los elementos iniciales  de los grandes relatos de misterio, incluidos los del mismo Stephen King: una certera presentación de personajes y una premisa imbatible, de dejar la mandíbula colgando. Pero como los grandes relatistas saben, cuanto más alto se pone el punto de partida, es más difícil mantener el tono. Lean a Horacio Quiroga. Así que, tras los segundos acongojantes con los que se cierra la primera media hora, la curiosidad es máxima por el devenir de la peripecia vital en la que ha mutado la  existencia estándar de David, padre recién estrenado. El horror que desencadena el mueble del título no desentonaría en un cuento modernista de Felisberto Hernández. Siendo tan solo el detonante que opaca una galería de personajes hoscos y turbios, en los que se lleva la palma la vecinita adolescente, comparada por algunos con alguno de los vástagos del diablo que han campado por el celuloide. Su trauma será su karma. 
En una producción que rebosa modestia y unas dosis de autorreferencialidad simpática solo permitidas en las obras autogestionadas (ese Cayetanín) , la labor de dirección es fundamental. Ha de cristalizar, además  en un reparto que rellene todas las carencias. La sucesión de primerísimos planos de rostros cariacontecidos que miran una tortilla de patatas es una forma barata y eficaz de mantener la tensión hasta que llega el segundo y definitivo punto de giro. No defrauda la secuencia. 
David Pareja y Estefanía de los Santos recrean con precisión todo el arco de emociones por las que puede pasar un matrimonio antes, durante y después de esa tesitura, deseamos inédita para el 99,9 por ciento de los individuos. La aparición de Itziar Castro como amiga de la madre también estremece, aunque por motivos que King no entendería. Josep María y Claudia Riera como el hermano de David y su novia veinteañera no desentonan. La tremenda situación les libra de ser el saco de boxeo de unos padres cabreados, aunque los pobres no lo valorarán nunca. El vendedor  (Eduardo Antuña) que escoge el peor momento para querer ser amigo del cliente que se ha gastado mil euros en una mesita de diseño sueco y fabricación china pone el toque, más que de humor, de pena.

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