El pasado mes de julio, un curso de verano congregó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a unas decenas de valientes, más a otros doscientos en línea para hablar sobre "emociones oscuras". Capitaneados por el adalid antipositividad vacía Edgar Cabanas, los asistentes abrieron la caja de Pandora y dejaron salir ira, depresión, angustia, dolor, duelo y ansiedad. Una de las ponentes más esperadas fue la filósofa estadounidense de origen chileno Mariana Alessandri, que oportunamente pudo su este último libro en los escaparates durante al menos esas dos semanas. Una manera como otra cualquiera de combatir el calor estival que ya empezamos a olvidar, como corresponde a cada inicio de otoño. Es este un ensayo amigable, transparente, fuertemente enraizado en la tradición contemporánea de combinar el a veces árido pensamiento abstracto con un tono confesional en el que la autora enhebra el discurso a través de anécdotas de su biografía cotidiana. Nada que objetar. Esta corriente de ensayo más o menos ligero triunfa en nuestro mercado de la mano de editoriales especializadas y portadas y títulos que en ocasiones son parientes del clickbait. En este caso, el texto se mantiene en un nivel académico no retador pero muy aceptable, y los títulos, tanto el original en inglés como la traducción, pueden sugerir incluso reminiscencias del cómic de superhéroes, del género existencialmente torturado.
Totalmente en la línea del curso, Alessandri ataca fieramente la narrativa social que nos invade obligándonos a la felicidad perenne y perpetua. Durante la lectura, es inevitable preguntarse qué pensaría Mariana del universo Mr. Wonderful, que parece haber emprendido una lenta pero esperemos imparable decadencia asediado por las copias), y fantasear con que hubiera sido obsequiada con una frase inspiradora serigrafiada en taza de desayuno.Mediante claros epígrafes, se desgrana el análisis de las distintas emociones oscuras y se desmonta lo que la autora llama Light Metaphore, o metáfora de la luz, por la cual, desde la Ilustración, se asocia el pensamiento a la luz y esta a la felicidad. La luz es mejor que la oscuridad, la alegría que la tristeza, el sosiego a la ira, y el optimismo al pesimismo. La autora se confiesa existencialista y asume que la oscuridad habita dentro de nosotros. Nos herimos, sangramos, morimos, afirma.
El marco temporal de escritura refuerza esta propuesta. La profesora Alessandri estaba confinada en su casa de Texas impartiendo docencia en línea (el horror, el horror, que diría Kurtz en El corazón de las tinieblas), y conviviendo con un marido que sí salía a la calle y dos niños a los que supervisar académicamente y seguir criando. Ciertamente ya nos hubiera gustado ver a Sartre o Cioran en esa tesitura. Cuando va llegando lo que se llamó "nueva normalidad", la autora se espanta ante el lamentable estado anímico de sus estudiantes, carcomidos por la ansiedad y el miedo. Hasta ahora.
Quizá la aportación más valiosa de la obra para un público no experto es la vertiente teórica, vertebrada principalmente por filósofas norteamericanas contemporáneas que escrutan la relación entre estas emociones y su género. Nombres como Gloria Andalzúa, Audre Lorde y Maria Lugones suponen todo un descubrimiento. Junto a ellas, los imprescindibles y familiares Miguel de Unamuno y Soren Kierkegaard, grandes analistas del dolor del alma a los que les faltó la experiencia pandémica.
Mariana Alessandri: Visión nocturna. Un viaje filosófico a las emociones oscuras. 2025. 304 págs.

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