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domingo, 27 de marzo de 2016

LA PRIMERA



En 1966, John Barth publica Giles, el niño-cabra. Un homenaje postmoderno, descacharrante y monumental a la pista inglesa de Cervantes, esa que empieza con Tristam Shandy.  El niño-cabra viene a este mundo para cambiarlo todo. Su mundo es una gigantesca organización docente, con todas sus luchas, competiciones, graduaciones, suspensos y evaluaciones académicas externas, y está gobernado por Ordaco, sistema de computación precursor de la inteligencia artificial.
La Universidad en la que se matricula Giles tras marchar de su establo es igual de rígida que nuestro sistema. Ofrece una dura resistencia a las novedades, y muchas veces produce deseos de darle una coz a todo el papeleo, las programaciones y hasta a ciertos colegas temerosos de cualquier cambio.
El humor puede ser una salida, y el lenguaje lo es todo.

 Este espacio pretende dar cabida a todo lo que se supone que no la tiene en una clase convencional, de lo que sea. Aspira a desmentir algunos tópicos: Que en Lengua solo se puede hablar de Lengua. Que las preguntas ajenas al temario son solo una estrategia para perder el tiempo. Que los adolescentes son seres acomodaticios y ensimismados. Que su hábitat es Internet, a menos que por Internet entendamos Youtube y Wikipedia.

Leemos continuamente que el papel del profesor está cambiando. Ya no es un receptáculo de conocimientos oxidados, ni el transmisor exclusivo de claves o códigos. Se nos dice que ahora debemos ser guías que ayuden al individuo en formación a hallar por sí mismo esas claves y esos códigos. Aprender a aprender. Si nos enclaustramos en lo viejo, vendrá un superordenador y nos mandará a casa a ver concursos de la tele. Pues vale. Probemos a ver.

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