En estos tiempos de velocidades supersónicas y de cerebros moldeados
para ellas, la reivindicación de la lentitud es tendencia. Para los que
se iniciaron con la slow food, este pausado viaje de hora y cuarto a bordo de un carguero será su piedra de toque. Mauro Herce,
gallego, ingeniero y técnico de sonido antes que director, ha
confeccionado una alucinante oda al maquinismo donde la luz y la
fotografía sustituyen a la palabra. El carguero “Fair Lady” se abre en canal para la cámara y engulle al espectador como la ballena de Jonás.
Hace unos meses, Alexander Sokurov también utilizaba un barco de carga como metáfora en Francofonia,
reseñada en estas páginas . La diferencia con este trabajo radical está
en la ausencia de política, o al menos en su presencia mucho más
difuminada. En el lento vaivén del barco, podemos sumirnos en una suerte
de capitalismo del tiempo, un denso contraste entre los pasos
apresurados de la globalización, y el lento avance de la máquina
gigantesca que la hace posible. Se permite incluso unas leves notas de
suspense, con la vía de agua que sufre el barco y que está mojando la
carga. Trigo, materia altamente simbólica por su trascendencia histórica
y por su importancia como valor especulativo.
El comienzo de la travesía puede asemejarse una videoinstalación de
esas que ahora dan la bienvenida a cualquier exposición de arte. No es,
sin embargo una mera sucesión de imágenes hipnóticas de rebuscado
subtexto, sino un sencillo relato de otra vida cotidiana que no es la
nuestra. En este mundo, las cotidianeidades son diversas, y el
extrañamiento que tan bien escribieron cuentistas como Felisberto Hernández
otorga al espectador cierto margen de alivio al contemplar esas
estancias setenteras donde no ha entrado Ikea. Los sonidos propios de un
organismo en movimiento ayudan a mantener la cadencia de los
acontecimientos, en los cuales sentimos que falta algo. ¿Dónde está el
ritmo coreográfico que hemos visto tantas veces en las tripulaciones de
los barcos? En el Fair Lady, un marinero puede comer en
completa soledad, y consumir su jornada sin intercambiar impresiones,
ni mucho menos chocarse con nadie. El puente de mando puede estar vacío,
y los teléfonos sonar, y la vida sigue. No hay gritos, ni sudor, ni
suciedad en las calderas del monstruo, el infierno se quedó en el Titanic.
Un ambiente perturbador y desasosegante que le da ese aire a trama de
ciencia-ficción, o relato fantasmal del que no reniega su director y
guionista. Como fantasmales son también los momentos de ocio de los
marineros, uno de los puntales de la película. Hombres anónimos,
presentados en fogonazos de karaoke, fotos de carnet y asépticas
llamadas de Año Nuevo.
En palabras de Herce, Dead Slow Ahead es
una película “que dialoga con el inconsciente, que anula la parte
pensante del espectador, y concebida de principio a fin para verse en el
cine”. Una propuesta tan arriesgada como necesaria, que a base de
premios en festivales internacionales se está haciendo hueco en
escenarios alternativos de toda España.
* DEAD SLOW AHEAD (2015)
Duración :74 min.
País: España
Director :Mauro Herce
Guión :Mauro Herce, Manuel Muñoz
Fotografía :Mauro Herce
Reparto:Nicanor Abella, July Sawal, Niko Banderado, Reynand Camiller, Cesar Quimson, Niels Oplas, Sergiy Kulhcitskky, Noel Guillido
Productora :Nanouk Films / El Viaje Films
Género :Documental | Cine experimental