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domingo, 6 de noviembre de 2016

El Doctor Extraño o la vida es mezcla

No es esta una crítica al uso. Las servidumbres de seguir la trayectoria cinematográfica de ciertos actores proporciona oportunidades de acercarse a ciertos trabajos con curiosidad y sin fondo de armario. Tantear la constante polémica sobre las adaptaciones de cómics a grandes y pequeñas pantallas. Y opinar si es exagerada la sangre vertida. Discusiones tan sesudas como en las grandes novelas del diecinueve. No carece la cronista casual de referentes en el mundo de los superhéroes. Vienen a la memoria afinidades de juventud con los mutantes torturados, y con Lobezno en particular. Así, se afronta el visionado con la mente despejada de clichés, y con el alivio de no tener que posicionarse entre DC o Marvel. Ya tenemos que afrontar bastantes dicotomías en la vida diaria. Hechos los preparativos, nos encontramos ante una historia de superación, de pérdida y de reinvención muy recomendable para todos los que se achantan al primer contratiempo. Así pues, escrutemos con la mirada de Gurb el extraterrestre, pero sin caer una y otra vez en la misma zanja. La mirada Gurb distinguiría tres partes claramente asociables con otros grandes momentos de las narrativas audiovisuales y fácilmente reconocibles por un estudiante aplicado de secundaria.
  • Una introducción, acerca de un neurocirujano tan único, brillantísimo y egocéntrico como cualquiera de los que habitan el hospital de Anatomía de Grey. En cuanto al atractivo físico que se exige para trabajar en el mencionado hospital, en el caso del Dr. Strange y en el de su intérprete, no hay unanimidad al respecto. (En una reciente encuesta de Twitter, a la pregunta de si Benedict Cumberbatch es guapo o feo, un 45 por ciento se inclinaba por la segunda opción, y un 55 por ciento por la primera).
En esta parte ya se abre el grifo de la referencialidad, que inunda todo el metraje. Al más puro estilo “tonto el que no lo pille”, el guión escoge unas cuantas alusiones poco veladas a la cultura pop contemporánea y enhebra dos o tres pistas/gags para que el espectador despistado caiga del guindo. Entrañables, aunque solo para iniciados en la Cumbermanía, los sutiles homenajes a Sherlock, y muy en especial, la causa del tremendo accidente que supone el primer punto de giro de la trama.
Las duras secuelas que imposibilitan a Strange para seguir siendo el mejor en su profesión también son parientes cercanas de las que sufrió el añorado Derek Shepherd de Seattle.
  • Un desarrollo en el que el buen doctor no se resigna a la vida civil y afronta un trabajado proceso de duelo estancado en la fase de la negación. Hasta que conoce a alguien con una historia de superación digna de los informativos de Mediaset, pero más sospechosa. Su única amiga/amante/admiradora/colega, meritoriamente interpretada por Rachel McAdams, está ahí hasta que el deprimido doctor la expulsa con cajas destempladas. Comienza entonces un abandono de lo material, pues se funde todos sus ahorros, y marcha al gran parque temática de la búsqueda y del autoconocimiento de hoy en día: Nepal. Los aficionados a las buenas historias de inadaptados harán conexión inmediata con los Batman oscurísimos y trascendentes de Christopher Nolan. En el Shrangri La de Strange, M.D, no espera Liam Neeson como taciturno maestre calvo y aparentemente inmortal, sino una fantástica Tilda Swinton como taciturna maestra calva y aparentemente inmortal.
En todo este tortuoso proceso, aparece la segunda marca de la casa: las notas cómicas. Desde el mantra que no es tal sino la contraseña del wifi, o las burlas que se hacen a costa de las celebridades sin apellido. El ácido humor que vuelve a conectar a Strange con otro ilustrísimo e intratable médico genial que no nombraremos es uno de los puntos fuertes de sus aventuras. El antagonista malvado, que sigue la tradición luciferina del alumno díscolo que aspira a superar al maestro, también tiene su momento referencial, mezcla del lúgubre Tom Hardy de El Caballero oscuro, y de Hannibal Lecter en el trance de recibir visitas.
  • Y por fin, el desenlace. Apoteosis de capa con fuerte personalidad, amenazas a la humanidad ingenua, y un soberbio y merecidísimo recordatorio a esa obra maestra del absurdo que es Atrapado en el tiempo. Punxsutawney, Minessota, en el universo dimensión espejo con un Mordor de dos ojos.
Por cierto. Contemplar los inacabables créditos tiene premio. Doble.

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