O cómo una primera novela publicada originalmente en 2018 y aspirante al Pulitzer puede dotarnos de enseñanzas insospechadas acerca de la vida en la soledad más absoluta en tiempos de confinamiento.
Hernán Díaz, argentino criado en Suecia y formado en EEUU, entrega un debut en inglés formal y narrativamente deslumbrante, original en su planteamiento y exitoso en su vocación de homenaje al western crepuscular. Pero aquí no tenemos a vaqueros meditabundos sino a un sueco de la más profunda Suecia del siglo XIX que es enviado por su padre junto con su hermano a probar suerte al país que más prometía. Un Estados Unidos en formación al que llega absolutamente desvalido al equivocarse de barco y arribar primero a Buenos Aires. Tutelado desde siempre por Linus, su hermano mayor, Hakan se ve arrojado al Nuevo Mundo sin más herramientas que las de su propio instinto de supervivencia y una fenomenal envergadura física que le salva y le condena a partes iguales.
Con la única idea de reunirse con Linus en Nueva York, emprende un periplo de décadas en solitario las más de las veces a contramarcha de las grandes migraciones hacia el Oeste, deconstruyendo toda la mitología de la conquista. Los seres humanos con los que se encuentra, de los que huye y a veces convive a la fuerza, le proporcionan una visión siniestra de sus semejantes y unos cuantos quintales de dolor físico y psíquico a excepción de dos de ellos, los cuales lógicamente no duran mucho. Una educación sentimental adquirida a latigazos. El primeramente niño, después joven y después adulto Hakan va dejando de ser un folio en blanco para sufrir extremadas luchas internas entre su moral de buen salvaje minada por los acontecimientos y las perrerías del blanco civilizado. Su vagar en un espacio y en un tiempo desdibujados, tan solo percibido por las huellas de las estaciones en el paisaje, sucede a la vez que el proceso de autoconocimiento y adaptación a un medio siempre hostil.
Y en medio de la más atávica supervivencia y la convivencia traumática con diversos tipos humanos, emerge un interesantísimo estudio acerca de la relación entre lenguaje y pensamiento. Sus límites, sus interacciones, sus ganancias y sus pérdidas. La llegada aturdida sin su guía y sin posibilidad alguna de comunicar siquiera su nombre, es el primero de los muchos puntos de inflexión de la historia.
Hakan llega a convertirse en el legendario "Halcón", merced a la fonética que convierte su nombre en la pintoresca equivalencia "Hawk can", "El halcón puede", y sus consecuentes preguntas (¿Qué puede el halcón?) del interlocutor desconcertado de turno. Si bien los años le proporcionan un somero conocimiento del inglés, su vida solitaria no le da oportunidad de practicarlo, de tal manera que, ante los ojos del colono, del shérif, del estadounidense embrionaria, siempre será un individuo de segunda.
Es por eso que los sonidos de la naturaleza y de los progresivos artificios creados por el hombre adquieren una importancia capital en la elaboración del discurso. Hakan lo cuenta todo en primera persona, pero no lo verbaliza, sino que lo piensa. Bien es cierto que algunos de sus pensamientos se antojan ciertamente complejos para una persona sin formación académica alguna, pero es la única y verosímil manera de compartir para el lector la grandiosidad de los eventos y de los paisajes. La minuciosidad en las descripciones, la selección de materiales, ese contar desde lo sincrónico es de un enorme mérito en un narrador a veces externo y a veces interno hasta las entrañas que es capaz de nombrar todas las realidades y dotarlas de significación a través de referencias conocidas. Paradójicos son la huida perenne y el ocultamiento simultáneos a la confección de su leyenda.
El mundo es ancho y ajeno, que dejó escrito Ciro Alegría, en esta epopeya finisecular muy bien traducida por Jon Bilbao, también presente esta temporada literaria como autor de Basilisco, con interesantes puntos en común.
A lo lejos (In the Distance), de Hernán Díaz. Impedimenta, 2020. 344 páginas.
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