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domingo, 25 de abril de 2021

UNA JOVEN PROMETEDORA (2020)


Tras el paréntesis pandémico, y toda vez que Occidente se ha acostumbrado al incómodo compañero vírico porque la idea del exterminio queda fea, los Oscar vuelven esta madrugada, con adaptaciones en el fondo y en la forma. En estos tiempos de paradojas que tragamos como si tal, algunos críticos han señalado el contraste entre la notable selección de competidoras y la falta de interés del público, que sigue sin poder acudir a las salas en la mayor parte del mundo (Madrid no cuenta). 

Esta desaparición, esperemos que temporal, de la proyección cinematográfica como acto compartido, debiera ser aprovechado por las plataformas multimedia que, hasta este año, han estado proscritas para el triunfo, que no para las nominaciones. Veremos. 

De momento, la ópera prima de la directora, guionista y actriz Emerald Fenell se ha colado en las categorías principales. Nunca sabremos si es por su vocación de "película necesaria", o porque es de las pocas que han podido estrenarse a tiempo  a la manera tradicional. Lo cierto es que, más allá de sus méritos y deméritos como obra artística, que ahora analizamos, lo tenía todo para salir más que airosa del trance. Una historia confeccionada y producida por mujeres con voz sobre mujeres sin ella, unos hechos traumáticos que pasan por rito iniciático en ciertos ambientes estudiantiles, achacables siempre a la víctima, que se ha de sacrificar doblemente durante la comisión del delito, y más tarde, para no interferir en las futuras siempre brillantes carreras de sus asaltantes. Basta con googlear unos minutos para encontrar los mimbres reales de la historia truncada de esa joven prometedora, que en realidad son dos: la protagonista, y su mejor amiga. En este sentido, es significativo que la historia transcurra en Estados Unidos siendo británico la mayor parte de los que aparecen en los títulos de crédito. En Europa no pasan estas cosas. 

Sin embargo, las potentes premisas y la ambición de abrir camino en la denuncia se diluyen en unas cuantas decisiones creativas bastante discutibles. Tanto como el prestigioso y bien conocido reparto enclaustrado en personajes excesivamente secundarios y reducidos a un solo rasgo. Si bien no hay discusión en que Carey Mulligan está fascinante y perturbadora, con su correcto acento del Medio Oeste, como  treinteañera recién estrenada que decide cargar con una cruz que no es suya y focalizar su existencia en un sucedáneo de venganza. Aunque algunos reclamaran a una actriz más atractiva para el personaje, como su misma productora Margot Robbie. 

Despojada de su chiclosa estética de instituto en peluquería y vestuario, noventera en la banda sonora y ochentera en la fotografía saturada de tonos pastel con trazos fosforito, asistimos a la típica historia de buenos y malos, presa de un vaivén errático entre tonos y géneros, salpicada de un autoproclamado humor negro que no escandaliza en absoluto. Con secundarios gruesamente trazados cuya misión principal es el alivio cómico, tenue, cuando sube la tensión dramática. Ahí están los padres de la protagonista, típicos padres estadounidenses que han visto frustrado sus derechos a presumir de hija médico en el club de golf y a montar un gimnasio en la habitación, aún inauditamente ocupada. Mucho que aprender tienen de las madres mediterráneas.

Merced a un encuentro casual con un ex compañero de facultad, Cassandra ve la luz y comienza a pergeñar la revancha definitiva, con mucha elaboración y pocos elementos dejados al azar.  El problema es  la verosimilitud, sacrificada en la mesa de dirección en pos del mensaje, bien subrayado con esos mismos tonos flúor. Sorprende constatar que todos los caracteres, ayudantes o antagonistas, se definen por el infantilismo, en diversas variantes. El pensamiento unidireccional de Cassandra, a la que la propia madre de la verdadera víctima le dice "no seas niña". La ex amiga superficial que tampoco ha culminado su carrera pero por la mejor de las causas, y, sobre todo y ante todo, los personajes masculinos. En alguna reseña benévola se ha dicho que "están llevados al extremo", Al extremo de la caricatura, añado. Evidentemente, esta no iba a ser una historia de equilibrado análisis de hechos, pero el ridículo de palabra y acción de todo el género masculino en pantalla estorba a la necesaria empatía que debiéramos sentir con las miserias que se narran. Solo uno se salva en su patetismo redentor, solo un aliado. 

Una vez más, la sororidad es un concepto con más espacio en el diccionario de la RAE que en la palpabilidad  de la vida. La inclinación aparentemente inevitable del varón hacia la depredación y la misoginia es transversal en cuanto a color de bien y nivel socioeconómico, como bien se trasluce en ciertos diálogos de la interesante Una noche en Miami, de Regina King, también nominada. 

Para los aficionados al comparativismo, es muy sugerente, y factible ahora mismo en salas, el programa doble con la estupenda Otra Ronda, de Thomas Vinterberg, con los efectos del alcohol como piedra de toque. Las conclusiones, se sienta uno o no identificado con los #MeToo que en el mundo han sido, son transparentes. El experimento pseudocientífico que llevan a cabo los profesores de la película danesa descarrilaría si fueran profesoras. "Solas y borrachas queremos volver a casa" es uno de los lemas del nuevo feminismo, el  de Twitter. Básico y tristón para las que se partieron la cara en los sesenta y ochenta, pero Mads Mikkelsen se puede permitir pasar la noche tirado en la calle durmiendo la mona y ser despertado intacto por sus amables vecinos. 

A PROMISING YOUNG WOMAN (2020)

DIRECCIÓN Y GUION: Emerald Fenell

PAIS: Reino Unido

DURACIÓN: 113 minutos

MÚSICA: Anthony B. Willis

FOTOGRAFÍA: Benjamin Krakun

REPARTO: Carey Mulligan, Allison Brie, Bo Burnham, Connie Briton, Jennifer Coolidge, Adam Brody, Laverne Cox, Alfred Molina.