Un piscinósofo no compite por las tumbonas a pie de escalerilla, ni deja
tirada la toalla chillona sobre el objeto de su deseo. Tampoco es amigo
de las meriendas ruidosas ni del acuagym. La disyuntiva playa/piscina no ha lugar. Nunca debió existir, de hecho.
El glamour y los chapoteos no casan con la arena y las algas. A una piscina no se va a entrenar para las Olimpiadas. El nado debe ser lento, fluido y deleitoso, o no ser. Un piscinósofo lee y ve a los clásicos, prefiere bañador a bikini y aprovecha cualquier resquicio para completar su lista de piscinas por el mundo. Un peregrinar de matices más intensos que el del fan arquetípico de Bruce Springsteeen, por ejemplo.
Puede que el azul piscina no tenga código asignado en el Pantone, pero a quién le importa si ya están las obras de Hockney, las películas de Esther Williams o Burt Lancaster en la piel y el bañador del relato de Cheever. De estos iconos de la cultura popular y de muchos otros versa Piscinosofía, un tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas, un evidentemente refrescante ensayo/crónica de la periodista y piscinósofa Anabel Hernández, muy bien documentado y pasado por el tamiz de la autobiografía, como corresponde a estos tiempos. La imagen de cubierta, un fragmento de The Lookout, de Michele Poirier, encapsula las sensaciones cosustanciales a cualquier ser de bien en ese glorioso contexto. Las páginas de este tratado destilan un aroma vintage similar a la de Agua y Jabón, apuntes sobre elegancia involuntaria, de Marta D. Riezu, toda una revelación en las listas de ventas del pasado curso. Ambos conforman un dúo de homenajes a la vida en cámara lenta y pose decadente barrida de nuestra percepción del mundo mucho antes de la llegada de los audiovisuales de máximo tres minutos, Piscinosofía es la prima upper class de los habitantes del también multireeditado La España de las piscinas, de Jorge Dioni.
La autora exhibe sin ningún temor a represalias su deambular laboral por piscinas de todo el mundo y de todo pelaje. Se blinda con un prólogo que intenta convencernos de que este "no es un libro de piscinas", igual que el arcipreste de Hita y su concepto del buen amor. Le haremos caso mientras paseamos por los bordes de todas ellas. La que yace escondida en una villa de La Toscana. La sorprendentemente desconocida del Cañaveral de León, en Huelva. Las privadísimas de exclusivos alojamientos rurales. Las de autor, como la de William Hearst o la de La cuadra de San Cristóbal en México. Pero el grueso de la exploración recae en piletas más democráticas. Accesibles en mayor o menor medida a cualquiera que disponga de gorro, toalla y monedero. Algunas ya inexistentes, testigos de tiempos más desprejuiciados que se presumían tan eternos como abrupto fue su final. Resulta que fue la Inglaterra decimonónica la que construyó la primera piscina pública para la práctica natatoria más que para el esparcimiento. Le siguieron recintos míticos como la Molitor de París. Páginas sentidas y merecidas se lleva La isla del Manzanares, proyecto arquitectónico hijo de la República, arrasado durante la guerra, reconstruido y vuelto a derruir por el règimen franquista.
De leve madrileñocentrismo adolece la lista, si bien el lector siente punzadas de nostalgia ante la descripción de piscinas que nunca podrá catar, como la Stella en Arturo Soria, o la fantasmal de las Torres Blancas, en las que la autora/investigadora se cuela con la artimaña de ir buscando piso. De las que sobreviven, la de la Universidad Complutense, una suerte de sede central para Anabel, y la del antaño Parque Sindical, desmesurada y fundamental en la sociología del urbanismo del siglo XX. De poderosa atracción son las piscinas urbanas que son a la vez obras de arte, como la Amalienbad en Viena, o las Dos Mares en Oporto. Las fotos que busquen por ahì no hacen justicia.
Como una se considera también piscinósofa sin etiqueta, me aventuro a completar la lista con la Kitsilano Pool, en Vancouver, y con alguna de las piscinas de Nueva York en las que la autora confiesa nunca haber metido el pie durante sus años de estancia. Son gratis.
ANABEL VÁZQUEZ: PISCINOSOFÍA. LIBROS DEL K.O. 2023. 176 PÁGS.
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