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miércoles, 5 de julio de 2017

JUEGO DE TRONOS Y EL NO FEMINISMO

Alguien dejó caer recientemente en Twitter que los grandes problemas actuales de los españoles eran el paro, la corrupción y los espóilers de Juego de Tronos. Una semana después de terminar la sexta temporada, todos nos preguntamos si es realmente necesario otro artículo más. Si nos dirigimos a los grandes medios, la respuesta es evidente. Mirándose unos a otros de reojo ya desde abril, han abierto sus páginas para las reseñas semanales y, el pormenorizado análisis final. La saturación ha llegado a los comentarios mismos de dichos artículos, tradicionales piedras de toque de los límites de la libertad de expresión y de la fluidez en la lectura comprensiva del ciudadano medio. Así, los comentaristas que opinan en cualquier periódico se dividen entre espectadores airados porque estamos a martes y ya no hay sorpresa que valga, lectores airados porque la cosa ha derivado en el nuevo jardín de los senderos que se bifurcan, e individuos hastiados de algo a lo que han decidido permanecer completamente ajenos, a pesar de las presiones de amigos, vecinos y compañeros de trabajo.
Con todo, la trascendencia del relato es indudable. Y es así por dos cuestiones muy de la post-post modernidad: Primero, la deconstrucción del mito por medio del humor. Parodias videográficas, televisivas, chistes. Solo para iniciados, la recomendación encarecida de las reseñas semanales que ha ido publicando El Mundo Today, quién si no.
Segundo: porque se ha convertido en objeto de estudio de intelectuales y disciplinas varias. Así, Juego de Tronos ha ocupado el lugar del fútbol en el sector de los temas populares que son elegidos por los sabios contemporáneos para teorizar acerca de la condición humana. De igual manera que en los noventa leímos con avidez a Jorge Valdano y a Eduardo Galeano, hoy podemos guardar enlaces múltiples de análisis sociológicos, políticos, psicológicos, literarios, y filosóficos sobre la difícil existencia en Poniente. Parece que Slavoj Zizej no ha escrito nada aún, y los textos de Pablo Iglesias conjugan regular al admirador rendido con el experto en Ciencia Política.

En este sentido, retomo la pregunta inicial, pregunta retórica en sí misma. Sí, son necesarios más artículos sobre Juego de Tronos. Y es así porque hay que seguir probando la capacidad de la serie para ejemplificar los conceptos nuevos o remendados de las teorías sociológicas más en boga.
Esta sexta temporada ha sido, sin duda, la más diseccionada, por cuanto ha supuesto, dicen, un cambo de rumbo, un portazo al dominio del patriarcado. El supuesto “girl power” ha sido titular en todos los medios. Otros más serios, han preferido hablar del “empoderamiento”, que viene a ser lo mismo pero más de temporada de invierno que de primavera.
Aquí viene la segunda pregunta: ¿Realmente han abrazado el feminismo los señores Benioff y Wise, monarcas absolutistas de Los Siete Reinos, tras la abdicación de George R.R. Martin? La respuesta es no. Ni antes era sexista, ni ahora feminista. No hacen falta muchas lecturas para afirmar que las chicas de Poniente son guerreras, siempre lo han sido. Lo que ha tomado el poder en esta temporada ha sido la literalidad de la cuestión. La significación literal siempre ha sido importante en esta historia. Los hachazos son literales, lo son los mensajes que se lanzan en los celebrados duelos dialécticos que jalonan la trama entre muertes, y los que se envían a través del servicio cuervopostal, de funcionamiento suizo. Lo son las decisiones de Cersei Lannister (“I choose violence”). Literalmente, las mujeres han adquirido más cuota de poder, pero a costa de imitar las conductas más reprochables del patriarcado. Dejemos a Cersei y su querencia a la pirotecnia, y a Daenerys y las crucifixiones disuasorias para esclavistas. Hablemos de Margaret Thatcher y Ángela Merkel. Mujeres con un poder literal de gestión y de gobierno, que no han sido consideradas como el epítome del feminismo, precisamente. Son ellas los modelos de mujeres poderosas a las que más se asemejena los renovados personajes femeninos de estos últimos episodios. Dos de los momentos más empoderados de la temporada han sido de Yara GreyJoy, autoproclamada heredera de las islas del Hierro con el apoyo resignado de su hermano Theon. Y lo han sido por insinuar y luego mostrar su condición sexual. Las redes los han aplaudido efusivamente como símbolo de la liberación femenina, pero ya sabemos que en esta serie, la alegoría no se estila, y las escenas del burdel, tan denostadas en el pasado, parecen más la materialización de alguna fantasía típica de algún guionista solitario. Melissandre aún no ha lavado del todo su imagen, aunque las brujas sí están siendo rehabilitadas dentro de algunas corrientes actuales de pensamiento como figuras de transgresión.
Si hablamos de las nuevas generaciones, ha quedado claro que Arya Stark no debiera ser un ejemplo a seguir por las mujeres oprimidas. Su preocupante tendencia a la psicopatía ha cristalizado, y sus víctimas son ya tantas que acapara las elipsis, tan escasas en las distintas tramas. La nueva gran esperanza se llama Lyanna Mormont. Una niña de diez años que se hace escuchar en salas llenas de curtidos soldados, digna heredera de una madre que muere en primera línea de batalla.
Mientras, siempre nos quedará Brienne. Mi razón quizá poco feminista, espera aún que su peripecia termine junto a Jaime Lannister, retirados los dos en alguno de sus castillos.

En paralelo a las discusiones sociológicas, se ha llamado la atención al progresivo aumento del número de espectadoras de la serie. Los mismos analistas sorprendidos con la cantidad de mujeres aficionadas a los videojuegos. Menuda sorpresa. Es probable que George Martin no conozca los cantares de gesta, por más que reivindique las influencias medievales de su universo para defenderse de las acusaciones respecto al tema que nos ocupa. Ya los juglares tenían muy presente la necesidad de captar el mayor público posible, y es eso lo que la serie hace. Igual que en el Poema del Cid, hay escenas para todos los públicos con niños incluidos, escenas de batallas sangrientas con las que gritaban los lugareños, y escenas para remover los sentimientos destinadas a las damas. Parece que ya está todo inventado. En Juego de Tronos, como en otras sagas más contemporáneas, las mujeres dan un paso al frente para defender su nombre, y su familia. Son mujeres fuertes que entierran las cualidades típicamente femeninas de las que se las supone depositarias. Quizá lo verdaderamente rompedor sería mostrar al héroe haciendo gala de algunas de ellas. El Cid del Cantar lloraba. A Jon Snow le ha faltado poco.

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