Quien acuda en fin de semana a la recién inaugurada edición de la Feria del Libro de Madrid y no coincida con David Uclés es que se ha equivocado y ha ido en martes. La sorpresa literaria del año 2024, compitiendo en resonancia y extensión con Los escorpiones de Sara Barquinero, es la novela que al aún joven autor de 33 años se le apareció a los 19 y que tardó 15 en cristalizar. La intrahistoria (también somos hinchas de Unamuno) de esta por medios y autor nombrada “novela total” es tan pedregosa y maratoniana como la obra en sí. La trayectoria vital de David desde sus conciertos callejeros en París y Santiago de Compostela y del tibio Odisto en su odiseico periplo de vuelta a casa son parejas. Si el atribulado padre de familia numerosa menguante consigue retornar a su pueblo gracias a la generosidad de muy diversos seres por mar y tierra, el autor de sus días fue dando forma a su idea junto con su multidisciplinar trayectoria artística y aprovechó bien sendas becas de creación para ir más allá de la consabida documentación y confeccionar su sensorial propuesta.
Siendo rigurosos, es de justicia reconocer que esta ambiciosa empresa literaria es un puente robusto entre el best-seller orgánico y la narrativa con pretensiones.No se esconde,no inventa nada pero todo en sus páginas tiene una pátina de novedad, de propuesta estilística semienterrada en el siglo pasado, que cala en un público de ese segmento de edad que ya empezó a sufrir el desdén escolar por los clásicos. Respecto a la cuestión del realismo mágico, causa cierta estupefacción el hecho de haber dejado la lectura de Cien años de soledad en la página 30 "para no contaminarse", una vez decidió que quería hacer eso mismo pero con la historia contemporánea española. Según esas mismas declaraciones, curiosamente a un medio extranjero, nuestro bohemio autor la retomó una vez finiquitada su obra. Nada dice de algún tipo de seguimiento a Isabel Allende, aunque fuera del jaez de cierta miss noventera con el recién fenecido Vargas Llosa. Jándula es Macondo pero es más Mágina, de su paisano Muñoz Molina. Y Saramago y su balsa de piedra, reimplantada con grapas. Es una suerte de nivola 2.0 con doble tirabuzón y mortal atrás que pone al mismo nivel (ya se sabe, el de Dios)y casi en las mismas escenas, a don Miguel con el narrador-autor omnipresente e insidioso que ha dado tanto que hablar. Otra resurrección afortunada. Un narrador todopoderoso que no esconde sus impulsos y apetencias, que exprime su inmenso margen de maniobra, que se deleita en recordarnos cada poco quién es el chef ejecutivo de este larguísimo menú degustación, que dinamita la separación canónica en la que insiste todo docente de Literatura. Lo tomas, o lo dejas.
Que no es una novela histórica es evidente. De nuevo el autor ha salido a la palestra para reconocer, en un inédito afán de transparencia, que apenas sabía del periodo sobre el que fabula. Una "captatio benevolentiae " de manual, tan exitosa como las de los entrañables clérigos poetas del Medievo. La minuciosidad puntillista con la que cada suceso histórico se engarza con la correspondiente imagen mágico/onírica eleva y sorprende, pero también agota y distrae. Muy consciente es, por ello, la inclusión al principio de cada capítulo de tenebrosas citas o declaraciones reales que atenúan la hipérbole y el cromatismo en los que vive instalado el relato. En un ejercicio muy logrado de ¿Qué hubiera pasado si...?, abundan los cameos de personajes históricos, algunos simpáticos, otros recurrentes, otros con escasa justificación. Afortunados son los intercambios dialécticos entre el narrador-autor de la novela y el autor/narrador hegemónico de la contienda bélica,ya saben quién. Ojalá Iberia.
David Uclés: La península de las casas vacías. 2024.Siruela. 700 páginas.